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Esto quizá no lo recuerdes, porque no estabas allí.

Volví a tu cuarto, tu madre ya no estaba.

Me acerqué a ti y te observé una última vez.

No sé por qué, pero recordé a La bella durmiente. Y te besé, quizá así volverías de tu sueño eterno. Pero no funcionó.

Lloré. 

Llegó tu madre y la acompañé hasta tu casa.

Me pidió que esperara, que tenía algo para mí.

Cuando regresó, traía consigo una caja con mi nombre. Reconocería tu caligrafía a kilómetros. Era un regalo tuyo.

Tu madre me contó que estabas esperando a mi cumpleaños para entregármelo.

Le di las gracias, la abracé y me marché.

Si entonces hubiese sabido todo lo que ocultaba esa caja, créeme cuando te digo, que te habría valorado desde antes.

Lo que debí decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora