Decepción

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No era experto en relaciones maritales, pero dudaba mucho que una prueba de amor fuera que tu esposa te viera llegar goteando por la tormenta que se desató y que lo primero que dijera fuera—: ¡No pases! Vas a arruinar el piso.

No sé, dudaba mucho que eso pasara en todos los hogares; así que ahí estaba, en la puerta, escurriendo como un perro callejero en espera de que alguien le diera refugio.

—Lo siento, Toby, nuestro piso es muy especial —dijo Isabella dándome un par de toallas junto a unas pantuflas.

Claro, había que rematar mi sentimiento de perro callejero con el "Toby".

Sí, me llegué a sentir culpable por lo acontecido horas atrás, sin embargo, ese sentimiento desapareció cuando mi amada esposa me pidió que me secara y cambiara los zapatos en el pasillo.

«La perfecta esposa» pensé, molesto, mientras hacía circo, maroma y teatro para secarme en medio del pasillo.

Como pude logré mi cometido y entré al departamento. El olor a comida invadió mi nariz y aunque tenía algo de hambre, decidí meterme a bañar primero. Una vez más mi rutina cambió a causa de Lisa.

Isabella ni siquiera sintió curiosidad por saber porqué estaba empapado, no me pidió que me bañara para no resfriarme, el maldito piso valía más que su esposo. Esperaba que eso la mantuviera si me daba neumonía y moría. Aunque, con lo mucho que aparentemente valía el jodido piso, tal vez sí sacaría lo suficiente para tener una buena vida si lo llegaba a vender.

Me metí al baño y me quité la ropa; aunque no goteaba, estaba extremadamente fría y mojada. Entré a la regadera y exhalé con fuerza tratando de reducir el estrés que sentía.

Los pensamientos que llegan a invadir la mente durante una ducha son curiosos, pueden ir desde cosas que se tienen por hacer hasta fantasías sobre aquello que se quieren hacer. En mi caso, el agua que caía de la regadera me recordaba la lluvia y los besos húmedos de Lisa.

Puse la frente en la pared del baño y permití que el agua caliente recorriera mi cuerpo sin hacer ningún esfuerzo por realmente ducharme. No podía sacarme de la cabeza mi momento con ella, me daba vueltas y vueltas en la mente; era como recordar la primera vez que me subí a la montaña rusa:

Al principio, es la ansiedad mientras vas subiendo sin saber qué esperar, y después es la caída libre, sentir que se te va todo el aire y ese jalón en el estómago; las ganas de gritar pero estar tan pasmado que solo logras abrir la boca sin dejar salir un sonido. La adrenalina desatada por la velocidad y el agradable hormigueo al sentir el aire golpear la cara; por último, es el vacío y las ganas de querer volver a hacerlo porque todo pasó muy rápido y quedaste con ganas de más.

Lisa me besó tal y como prometió, tan intensamente que me dejó sin aliento. Empeorando mi vida en tan solo dos horas. Ni siquiera supe si me tomó en serio cuando le dije que hasta ahí llegaba nuestra relación profesional.

Terminé de bañarme y me cambié de manera rápida suponiendo que mi cena ya estaba fría.

Iba de salida de la recámara cuando mi celular se encendió, afortunadamente tenía uno contra agua, no me imaginaba uno normal que pudiera servir después de haberse mojado al grado que ese lo hizo.

Casi tuve miedo de ir a revisar, pero la curiosidad me ganó. Tal como lo sospeché, era un mensaje de Lisa; me avisaba que había llegado bien y que estaba tomando un baño de tina.

Justo cuando estaba por borrar el mensaje llegó una foto: las piernas de Lisa en la bañera mientras su cuerpo era cubierto por espesa espuma.

Me estremecí entendiendo que sabía cómo hacer que mi noche se convirtiera en un verdadero infierno. Suspiré y me pase la mano por el cabello aún húmedo por el baño antes de borrar el mensaje y la foto.

IncongruenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora