Venganza

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Existen personas con el sueño tan ligero, que cualquier sonido los hace despertar.

Ese es mi caso; cuando vivía con mis padres solía despertar en la madrugada porque los patos del lago empezaban a hacer ruido. Cuando me mudé a la ciudad la situación empeoró: un perro que ladraba, un auto, un avión, todos esos ruidos acortaban mis horas de descanso.

Por eso usaba tapones, para poder dormir tranquilo y no despertarme a cada rato, lástima que no cargaba con ellos a todos lados.

Abrí los ojos, confundido, mientras escuchaba un ligero "Tap Tap" a mi lado.

Volteé y encontré a Lisa escribiendo en su celular, tenía las piernas arriba de la cama y estaba recargada en la cabecera con un gesto lleno de seriedad.

—¿Qué haces? —pregunté frotándome los ojos, no supe cuánto tiempo dormí.

Ella frunció el ceño más no se mostró sorprendida ante la pregunta.

—Mandando a Marco al demonio —respondió impasible.

Me senté y la miré confundido, no quería que sintiera que había pasado algo que no y que esa era su razón para por fin terminar con la farsa del prometido.

—¿Por qué?

Me vio con algo de exasperación.

—Insiste en que nos casemos por el civil la próxima semana... El muy idiota quiere que me mude con él lo antes posible —contestó entornando los ojos. Dejó su celular a un lado y cambió su mirada por una de consternación—. ¿Cómo te sientes?

Me encogí de hombros, no sabía qué hacer.

—Lamento haberme quedado dormido —confesé pasando una mano por mi cabello

Lisa rio de manera genuina, era raro escucharla así, sin intenciones escondidas o su armadura de sarcasmo e ironía.

—No te preocupes, me pasa cada que tengo un arranque —aceptó con una sonrisa, su ligero sonrojo me tomó por sorpresa pero me limité a asentir y mirar hacia la ventana, noté que ya era de mañana.

Lisa vivía en un pequeño fraccionamiento al norte de la ciudad, era un lugar tranquilo y agradable. Jamás me la imaginé habitando un lugar así, aunque tenía cierto sentido, supuse que necesitaba alejarse de todo para encontrar algún tipo de estabilidad.

—Sofía llamó hace un rato —contó de pronto, la miré entre enojado y extrañado—. Estaba llorando, creo que Daniel le dijo lo que pasó.

Bufé y negué rememorando el infierno que fue el día anterior.

—Demasiado tarde para remordimientos, ¿no crees? —pregunté, molesto.

Ella retomó su celular.

—Por un lado, entiendo porqué no te dijeron —masculló.

La vi con ojos entrecerrados y crucé los brazos tomando una actitud a la defensiva.

—¿Gustas explicarme la razón?

Lisa hizo girar los ojos.

—No es ningún secreto que cargas con muchas cosas, eso hubiera sido la gota que derrama el vaso —explicó mordiendo su labio inferior, en sus orbes atisbé un deje de culpa. Sabía que ella fue parte de todo eso que me atormentaba noche y día.

Sacudí la cabeza sintiendo que seguía sin ser buena excusa para ocultar algo de esa gravedad.

—Debieron decirme —alegué, indignado.

—¿Qué hubieras hecho? —preguntó clavando su mirada en la mía desafiándome a contestar.

Abrí la boca pensando responder, pero la cerré de golpe cuando no encontré palabras para hacerlo. Hasta ese momento, no me había puesto a pensar en ello: ¿en realidad le hubiera pedido el divorcio? ¿o me hubiera aguantado, como siempre, por mi familia?

IncongruenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora