Matrimonio

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Alrededor del mundo existen diferentes rituales para celebrar una boda.

Mi favorita es la de Alemania: en ella se tiene que cortar un tronco al final de la ceremonia. Lo hacen para simbolizar el trabajo en equipo y la capacidad para superar las dificultades. Estoy seguro que mi matrimonio hubiera acabado al momento de cortar el tronco, pues Isabella no se hubiera arriesgado a perder una uña.

Cuando me casé, mis padres quisieron hacerlo a la manera estadounidense: fiesta de compromiso, cena de ensayo y una enorme boda.

Desde ahí no tuve voz ni voto en cuanto a cómo iba a ser mi matrimonio; incluso, las palabras de Isabella fueron—: Sólo preséntate cuando te diga. —Increíblemente romántico, lo sé.

De hecho, una de las torturas favoritas de Daniel era ver las fotos de la boda, solía decir que parecía borrego que es llevado al matadero. Supuse que esa fue la razón por la que Isabella jamás las imprimió.

Lisa, Sofía y Daniel se fueron justo a tiempo para la sesión de la tarde, platiqué con mi paciente y aceptó el traslado sin ningún problema. El que siguió después me comentó que lo pensaría y me pidió referencias del doctor Israel.

Afortunadamente ya estaba preparado para tal petición, así que se las entregué sin problema y me aseguró que durante el fin de semana me tendría una respuesta.

Durante todo ese tiempo no pude dejar de pensar en Lisa y lo que pasó, nuestros amigos se la llevaron casi cargando del consultorio. Sofía me aseguró que no la dejaría sola en ningún momento pero eso no calmó mi ansiedad por la manera en la que se retiró.

Lo que mi amigo me contó sobre Marco me tenía inquieto, quería respuestas, pero no estaba seguro de que buscarlas fuera una buena idea.

Guardé mis cosas y salí del consultorio, mientras bajaba en el elevador revisé mi celular y encontré que Daniel me había dejado un mensaje de voz. Vi confundido el aparato, pues él no hacía eso.

Marqué el número que me metía al buzón y comencé a escuchar, el mensaje tenía escasos veinte minutos.

—Estamos en casa de Sofía, se encerró en su recámara, urge que vengas —dijo mientras al fondo se escuchaba que la aludida tocaba la puerta y le pedía a Lisa que abriera, pude oír cómo se rompían cosas.

Me pasé la mano por el cabello, exasperado, y en cuanto se abrieron las puertas del elevador, caminé rápidamente al carro. Estaba tan preocupado que solo aventé mis cosas al asiento del copiloto y arranqué. Ni siquiera me tomé la molestia de avisarle a Isabella que llegaría tarde.

La amiga de Lisa vivía en una pequeña casa a treinta minutos del consultorio, conocía perfectamente la dirección gracias a Daniel e Isabella

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La amiga de Lisa vivía en una pequeña casa a treinta minutos del consultorio, conocía perfectamente la dirección gracias a Daniel e Isabella.

Al llegar me estacioné al frente, justo detrás de un carro desconocido. Bajé y lo miré confundido, pues en el garaje pude ver el de mi amigo y, si no mal recordaba, el auto de Sofía estaba en el taller. Me acerqué a la puerta para notar que estaba entreabierta y que se escuchaban gritos provenientes del interior; no supe por qué me vi entrando en una zona de guerra.

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