Abolladura

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Lisa estuvo de acuerdo en que Daniel y Sofía fueran a verla, pero solo si lo hacían hasta el día siguiente; pasamos la noche viendo series y platicando sobre todo y nada mientras cenábamos comida ligera.

Me metí a bañar temprano y con pesadez me di cuenta de que tendría que ir al departamento por ropa, pues no podía pasarme los días comprando para evitar ver a Isabella.

Cuando salí del baño en pants negro y playera gris, me quedé pasmado al encontrar varios platos con comida dulce a un lado de la cama. No me imaginé que decirle a Lisa que pidiera lo que quisiera para desayunar llevaría a eso, fue como dejarle una tarjeta de crédito a una niña en una juguetería.

Y era casi literal; Lisa, a sus veintiséis años, a veces tenías actitudes de niña como la que estaba presenciando. Ella seguía en bata mientras comía algo con chocolate al ver televisión.

Pero antes de poder hacer algún comentario llamaron a la puerta. Sacudí la cabeza con una pequeña sonrisa y fui a abrir.

Sofía y Daniel estaban ahí, ella tenía los ojos hinchados por haber llorado tanto, al verme inmediatamente me abrazó con fuerza.

—Gracias —susurró.

Vi a mi amigo, extrañado, y recibí una mirada llena de curiosidad.

Sofía me soltó y después de darme otra sonrisa, entró al cuarto, el otro chico se asomó un poco y luego me observó con un gesto de burla.

—¿De cuánto será la cuenta?

Sacudí la cabeza, resignado.

—No quiero saber —mascullé pasando una mano por mi cabello antes de mirarlo unos segundos—. Tengo que ir al departamento por ropa.

Él me vio con lástima antes de sonreír.

—Es tiempo de pagar todos mis pecados, ¿verdad? —preguntó con ironía.

Le di media sonrisa de regreso antes de comentar—: No todos, sólo la mitad.

Sofía se quedó cuidando a Lisa; para tener la misma edad, ella era mucho más madura y equilibrada que mi ex paciente

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Sofía se quedó cuidando a Lisa; para tener la misma edad, ella era mucho más madura y equilibrada que mi ex paciente.

—¿Ya pensaste en un lugar? —preguntó Daniel apoyando la mano en su sien.

Asentí con lentitud.

—Hay una clínica a media hora de la ciudad, está en medio del bosque y bastante alejado de la sociedad; tengo conocidos ahí —respondí sin quitar los ojos del camino.

—¿Ya la convenciste?

Me moví incómodo, de hecho, no volví a tocar el tema.

—Aún no —respondí en voz baja.

Mi amigo me estaba estudiando, pude sentir su pesada mirada y me volví a mover con incomodidad a causa de ella.

—Pasó algo entre ustedes —acusó con sorpresa.

IncongruenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora