XVIII

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El castaño estaba en la escuela, había salido más temprano hacia ella.

Tenia miedo de que Mangel no lo aceptara de nuevo en su vida... ya había confesado sus sentimientos hacia él, lo único que ahora podía perder era a ese chico, el que lo había hecho sentirse como una persona sin enfermedad alguna.

Mentras caminaba por la entrada de la escuela, se lo encontró, mirándolo. Sólo tragó saliva nervioso por lo que Mangel pudiera estar pensando de él.

Mangel comenzó a caminar en su dirección, su mirada era seria. Ruben sentía su corazón latir demasiado fuerte, pues no pensaba que el peli-negro daría la iniciativa en su próximo encuentro.

Si Mangel tomaba la palabra, como era de esperarse, ¿que le diría? Él también empezó a caminar hacia hacia en chico, con valor suficiente.

"Ruben" dijo el peli-negro cuando por fin estuvo frente a él "No te vuelvas a acercar a mi, ya no tienes derecho a hablarme..."

"Mangel" quiso tomar su mano, pero el la quitó.

"Ni a tocarme; eres una miseria, ¿como es que me relacioné contigo?"

"T-tú tambien estas enfermo..., quiero hacer esto porque me gustas y te volviste en una parte importante de mi vida, ¿acaso yo no?" volvió a intentar tomar sus manos y con la poca fuerza que tenia pudo ver algo en sus muñecas...

Las heridas y cicatrices que se había hecho anteriormente. "¿Q-qué? ¿como puedes decir que soy una miseria si tú eres aún peor?"comenzó a reclamarle enojado "¿como pudiste haberme llamado masoquista cuando te estabas dañando a ti mismo... y de una manera tan egoísta?" los gritos de Ruben llamaron la atención de varios estudiantes "se supone que...íbamos a superar los problemas juntos" su voz era entrecortada, a falta de aire, un dolor muy fuerte se estaba apoderando de él.

"Si, me cortaba, pero ese no era el problema"

"No, no lo era, era mucho peor, y no me lo dijiste, ¿por qué? Juntos íbamos a cambiar, ¿no?"

"si, íbamos a superar todo y a curarnos" dijo sarcásticamente "pero en cambio, tú me arrastraste a tu infierno, maldita sea"

Ahí, Ruben no aguantó más y cayó inconsciente, y todo quedó en negro.

Ana y Mia | Rubelangel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora