XX (Final)

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Las cosas al parecer iban para bien, Ruben le pidió a Mangel que le contara a sus padres sobre su problema. Mangel aceptó.

Desde entonces, el peli-negro acompañaba a Ruben a sus consultas con el nutriologo, también como paciente.

Pero algo en Ruben aún no lo dejaba comer.

(...)

Ruben y Mangel estaban en casa del primero, estaban siguiendo la dieta que el doctor les había dado.

"P-pero, ¿y si engordo? ¿y después ya no me quieres?"

"Ruben, eso no será así, todavía no sabes como funciona tu metabolismo"

"Quisiera que mi metabolismo funcionara tan rápido como mi ansiedad"

"Hey, todo estará bien. Sólo déjame amarte lo suficiente para darte todo lo que necesitas, quiero ser la mano que te alimenta porque... se que puedes llegar a matarte de hambre"

"Pero, mi cuerpo-"

"No es tu cuerpo lo que quiero, es lo que está dentro de ese caparazón, lo estas matando Ruben, es lo único que me importa de ti y lo estas matando, no es tu cuerpo lo que necesito, pero eres tú el que camina junto a mi y quiero que siga siendo así"
"Amo tus palabras Mangel, y confío en que son verdaderas"

"Lo son, déjame hacerte sentir que eres perfecto, lo único que necesita cambiar es tu dieta, si tu no lo haces, yo tampoco lo haré"

"Pero yo quiero que estés sano"

"Yo también quiero que lo estés, ¿lo ves? Ambos estamos en esto"

"De acuerdo"

Epílogo

6 meses después

Ambos chicos iban caminando tomados de la mano, el día estaba soleado pero fresco, era un día hermoso según ellos.

"Rubius, ¿quieres ir por un helado?"

"Siiii,¿puede ser de fresa?"

"Claro, me gusta esa camisa" así es, camisa, Ruben ya no usaba suéteres, bueno, al menos ya no en la temporada de verano.

"A nadie le importará vernos tomados de la mano, ¿verdad?"

"No, estamos en el siglo XXI" dijo tranquilo.

"Cierto" se le escapó una risa "ni besarnos, ¿cierto?"

Mangel sonrió pues entendió a lo que Ruben se refería, y le plantó un casto beso en los labios.

"Estoy contento de que los chicos que nos molestaban ya no estén en la escuela"

"Joder, lo se, a mi también me alegra"

"Me gusta esta vida" Ruben dijo después de un suspiro.

"A mi también... ah, ¿quieres ir a cenar esta noche a mi casa?"

"Después de cuidar las flores de mi patio, seguro"

Ambos estaban a salvo. Estaban felices, sanos... y podría decirse que Ana y Mia ya no eran sus amigas (más bien enemigas), ni iban a volver a ser parte de sus vidas.


Ana y Mia | Rubelangel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora