Confusión

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Estaba parada de frente al mar.
La playa era preciosa, arenas blancas y una línea de arboles que se erguían lejos de la costa.
Hacia mi izquierda se levantaba una edificación parecida a un castillo y a mi derecha un velero anclado.
Me  vi vestida con un traje de baño enterizo negro, pareo a tono y sandalias blancas.
El sol brillaba en todo su esplendor. Desde el castillo escucho que llaman, me dirijo allí. Este está rodeado por una pequeña pradera de césped y flores.
A mitad de ese lugar, escucho que alguien habla desde el bosque. Me paro a medio camino cuando veo salir  desde allí a un hombre muy apuesto morocho vestido de camisa y pantalón oscuro que hacía señas con una sonrisa para que lo siga. Me iba a dirigir hacia allí y escucho que  llaman de nuevo desde el castillo, volteo y veo a un hombre rubio musculoso bien parecido de camisa y pantalón blanco que me llama también. Frustrada no se qué hacer. Mi instinto natural dice ve al castillo pero me da desconfianza la situación. Me quedo observando para ver cuál de los dos se acerca, pero ninguno lo hace. Me decido y voy hacia el castillo. El rubio se me acerca y escucho su voz muy dulce.

-Sabía que recordarías- y besa mis manos. No entiendo nada, ¿recordar qué?.

El morocho aparece a mi lado y tomándome de la mano habla:

-Nos vamos. Ya es hora de que entienda que me has elegido a mí- y tironea de mi brazo para que lo siga.
No entiendo tampoco, elegirlo, ¿por qué?
El rubio se enoja lo toma del cuello y le grita:
- ¡¡No la toques!! ¡¡¡No está permitido demonio!!!

El morocho no se hace esperar y propinándole un golpe que el otro esquiva, le dice:
- ¡¡¡¡Y tu tampoco le pongas las manos encima idiota!!!!

No me gusta esto. No entiendo que hago ahí ni porque,  y sé que ellos me darán las respuestas así que me interpongo entre los dos para que dejen de pelear a lo cual saltan automáticamente hacia atrás y con una rapidez que nunca había visto antes.

-Alto. ¿Pueden explicarme qué diablos hago aquí y porque?-

Los dos se miran y vuelven su mirada a mí. Esto me pone nerviosa.

-Hablen-

Se sienten un poco incómodos. Uno pasa su mano por el rostro, el otro acaricia su nuca y no hablan.

-De acuerdo. Me voy de aquí- les digo girándome para irme

-¡¡No!!- gritan al mismo tiempo.

Me detengo sobre mis pasos y vuelvo. Claramente sus caras muestran asombro y tal vez temor.
El rubio es quien empieza a hablar.

-Esto significa que no sabes nada de lo que sucede, ¿cierto?-

-No. Desperté en la playa, un día fantástico pero no conozco este lugar. ¿Qué es lo que se supone debo recordar… o elegir?- concluí mirando al morocho.
Este cerró sus ojos, suspiro y hablo acercándose a mí.

- Te trajeron aquí por un propósito. Debes recordar quién eres y elegir a uno de nosotros. No podemos decirte nuestros nombres a menos que tú recuerdes el tuyo o los descubras por ti misma. Mientras tanto no podrás volver y estarás aquí.-

-Pero ¿quién hizo esto?- dije un poco alterada

-El Supremo- respondió el rubio.

-¿Dios?- pregunte incrédula. Los dos asintieron con la cabeza.

No entendía nada. Yo no sé si creía en Dios. No profesaba ningún tipo de fe. Me gustaba investigar y no confiaba en las instituciones religiosas de ninguna clase. Pero ver a los dos tan diferentes y  a la vez tan convencidos  con lo mismo y la situación tan rara me hizo pensar que quizás si seria cierto. Confiaría en mi intuición. De momento no había nada más que hacer por lo que pregunte.

-Ok. Quedo claro porque estoy aquí. Y mientras eso pasa, ¿qué hago?-

-Convivir con nosotros- dijo el morocho haciendo una mueca de picardía.

-Bien.- dije entre dientes no muy convencida apretando mis puños.

Entre angeles y demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora