Buscando respuestas

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Abrí lentamente los ojos mientras los rayos del sol que se colaban por la ventana me acariciaban el rostro.
Me encontraba en la cabaña, sola. Aquello no me sorprendió, es mas lo agradecía ya que habían pasado muchas cosas y debía pensar.
Mire mis brazos, las vendas seguían allí. No sé porque pero aun tenía la esperanza de que hubiese sido un mal sueño.
Los recuerdos de la noche anterior me pegaron duro: me había entregado en cuerpo y alma  a un demonio. Y no uno cualquiera, a Asmodeo.
Todo era muy confuso, no le encontraba relación a nada. O mejor, no encontraba relación entre un mítico Arcángel de Dios, un Príncipe de los Infiernos y yo.

Sabía que aun no iba a encontrar las respuestas que anhelaba por lo que decidí levantarme e ir por comida. Lentamente me senté en la cama, mi cuerpo dolía mucho. Las magulladuras y golpes eran visibles. Trate de ponerme en pie, pero me maree fuerte y caí en la cama de nuevo. Puntos negros nublaban mi vista así que cerré los ojos y trate de respirar pausado y me concentre en levantarme de esa cama. Con mucho esfuerzo volví a sentarme, suspire aliviada por el gran logro que había conseguido.
De repente la puerta se abrió y apareció mi demonio con el desayuno, o eso parecía. Adiós soledad. 

Me miro con una expresión de asombro y entró, moviendo hacia ambos lados la cabeza como reprobando mi accionar.  Yo solo baje la mirada, quizás un poco avergonzada por los acontecimientos de la noche anterior.
El me había dicho que caería a sus pies,  que me entregaría a él y así lo hice. El no me había obligado a nada.  Me molestaba que tuviera razón.

-Creí que tendrías hambre al despertar preciosa, así que imagine que te gustaría un buen desayuno para recuperar un poco de la energía perdida…-dijo sonriendo de lado.
Sentí mi cara caliente e imagine que estaría muy roja de vergüenza. El era directo.

-Te ves mejor que ayer. Tal vez te está haciendo bien permanecer en cama- agrego.

¿Por qué no se callaba? Ya no sabía hacia adonde mirar. No me arrepentía de lo que había hecho, lo había deseado pero reconocerlo me costaba y el no lo hacía fácil.
Cerré los ojos y suspire, necesitaba tiempo y tranquilidad, pero de la forma en que las cosas funcionaban allí imagine que eso era imposible, a menos que recordara…. Decidí empezar a preguntar, quizás así tuviera pistas.

-¿Por qué lo haces?- le dije sin levantar mi vista.

-¿Hacer que, belleza?-

-Esto, tratarme así. Eres un demonio, ¿o no?. No se tu trato es demasiado….- y me quede con la frase allí.

-¿Humano, dulce, angelical?¿Me deseas mas maligno, más despreciable?¿Te cuesta aceptar que sea bueno para ti, que te guste así? Querida, llevo más tiempo existiendo de lo que puedas imaginar y eso me da el derecho de comportarme como desee cuando lo desee, no te parece?-

-¿Por qué conmigo?-

-Me gustas-

-No lo creo. Debe haber cientos, miles de mujeres mejores más bellas y atrayentes que yo. Tiene que haber otra razón. Ya no se trata de porque estamos aquí, quiero saber porque de todos los demonios de la creación  eres tu el que se encuentra aquí conmigo, porque un príncipe del infierno, que poseo que es tan importante para involucrarte conmigo.-

-Veras dulzura, los demonios de jerarquías inferiores son difíciles de controlar, algunos ni siquiera los humanos pueden verlos, otros son malvados pero temen a ciertas cosas, en cambio nosotros estamos muy cerca del jefe y eso nos da privilegio que en ciertas situaciones como estas son necesarios. Tienes razón, tú tienes algo que necesito, pero debes dármelo, obsequiármelo con tu corazón, yo no puedo quitártelo, y como siempre has sentido debilidad por mí, en algún momento lo harás y ya no volveré a molestarte- concluyo sonriendo de manera siniestra.

Entre angeles y demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora