Ruggero me miró perplejo durante unos segundos, segundos que pasaron rápido antes que su expresión cambiara a una divertida, recalcando sus hoyuelos incluso a través de la luz tenue.
-- Dale, si querían deshacerse de ti sólo porque eras mala, no hay necesidad de echarme la culpa de eso. -- ironizó aún divertido ganándose una mirada fulminante de mi parte.
No caía en nada.
¿Como alguien tan apuesto podía ser tan hijo de puta al mismo tiempo?
-- ¿Qué tu madre no te enseñó a ser más respetuoso con las mujeres? -- grité más de lo que debía, la música estaba alta, un estilo de rock psicodélico que tenía a todos como en un extraño trance.
La expresión que Ruggero tenía era la misma que un hombre tendría al decirle que era gay.
Su rostro estaba entre sorprendido de mis palabras y furioso por las mismas.
¡Venga ya!
Si había sido él quién había comenzado con el tira y afloja, ahora que aguante.
-- ¿Qué pasa? ¿Te ha dolido que te diga la verdad? O ¿Es que tus gustos están algo torcidos? -- ahora sí lo había dicho.
Sin darme cuenta los brazos de Ruggero volvieron a rodear mi cintura, atrayéndome hacia él en un fuerte agarre, haciéndome sentir excitada y enojada al mismo tiempo.
-- Mi madre me abandonó cuando era pequeño. -- sopló en mi oído erizándome y al mismo tiempo haciéndome sentir pena por la noticia. -- Pero eso no quiere decir que no sé como tratar a una mujer. -- bajó sus manos hacia mi trasero de una forma posesiva, tuve que levantar la mirada hacia su rostro en cuanto sentí el primer apretón, me estaba desafiando. -- Baila conmigo y dejemos a ver qué pasa luego y te aseguro que mañana por la mañana cuando te despiertes con un tremendo dolor en tu culo y no por causa de estar sentada, tendrás otra expectativa de mí. -- aseguró mirándome fijamente a los ojos.
Sus palabras me habían paralizado durante unos segundos, sentía sus grandes manos apretar en lugares que no debían y su aliento chocaba contra el mío entrecortado y con olor a menta.
Por unos segundos pensé en responderle que sí, pero, mi orgullo ganaba sobre todas las cosas.-- Vete a la mierda. -- escupí mientras buscaba la manera de zafarme de sus brazos.
Un silbido por parte de Ruggero me detuvo.
-- Respuesta equivocada, nena. -- dijo justo antes de juntar sus labios con los míos en un beso con todo, menos ternura.