| Siete |

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-- Ahora te quedas con las ganas. -- grité para echar a correr a mi habitación y encerrarme antes de que él me atrapara, pero, obviamente Ruggero era más rápido, por lo que antes de llegar a la puerta él me había acorralado en el pasillo, mi pulso se aceleró.

-- A mí nadie me deja con las ganas, fea. -- comentó en un susurro mientras recobraba en aire.

-- A mí nadie me dice fea y se sale con la suya. -- gruñí, evitando clavar la mirada en su pecho, algo en él me hacía perder la cabeza y querer pasar mi lengua sobre sus pectorales.

-- Deberías saber que es por cariño.

-- ¿Ah sí? -- respondí cruzándome de brazos, aún seguía acorralada con sus manos a mis costados.

-- Siiii. -- alargó. -- No a cualquiera le digo fea, sólo a las que me ponen lo suficiente así como tú lo haces.

-- ¿Qué clase de retraso mental se requiere tener, como para asociar la palabra fea con la que te pone? -- ataqué.

-- El mismo que se necesita tener como para querer acostarse contigo.

¡Auuch!

-- Vete a la mierda. -- respondí intentando separarlo de mí, pero él era notablemente más fuerte.

-- Hagamos una tregua. -- de inmediato dejé de luchar para escucharlo. -- Una noche, tú te quitas la tensión sexual que se nota que tienes desde la esquina y yo me quito las ganas de ti, ¿aceptas?

No tuve tiempo de responder, sólo asentir cuando ya él estaba besándome desesperadamente, mis manos se perdieron en su cabello formando un puño, su boca tembló sobre la mía en un gruñido de aprobación mientras sus manos tomaron mi trasero y me estampó con rudeza contra la pared en la que estaba recargada, mis piernas por inercia rodearon sus caderas, gemí fuertemente con el contacto de su bragueta sobre la tela de mi ropa interior, a estas alturas el vestido que llevaba se había subido.

-- Hueles jodidamente bien. -- por primera vez en la noche él me halagó mientras mordía el lóbulo de mi oreja.

-- Sigue.

-- ¿Que siga qué?

-- Eso, dime algo que no sea un insulto, eso me pone.

-- Jodida loca.

-- Eso no, algo cachondo.

-- Joder.

-- Dilo antes de que se me baje la calentura.

-- Estás más excitada que una burra.

-- Ay pero que bonito.

-- Ya en serio, tus tetas, quiero lamerlas.

-- No tan vulgar.

-- Vete a la... ¡auch! -- se quejó de mi golpe. -- ¿Qué carajos quieres que te diga? Que me vuelves loco con tu actitud, que no he dejado de pensar en tu puta forma de ser, de una jodida perra desde que te conocí y que anoche estuve a punto de complacerme a mí mismo, sólo con pensar en cómo sería tenerte debajo de mí y enterrarme en ti durante toda la noche. -- mis uñas se enterraron en su espalda desnuda, aquello me estaba excitando.

-- ¿Qué pensaste?

-- En ti gritando mi nombre. -- mis caderas empujaron las suyas creando fricción. -- Tus ojos se cerraban y tu boca se abría de la misma manera en que lo estás haciendo ahora. -- alargó la mano que estaba sobre mi cintura para posarla sobre mi ropa interior empapada. -- Estás mojada nena. -- gimió dejando caer la cabeza sobre mi cuello. -- Te haré llegar tantas veces que olvidarás hasta tu nombre.

Fea || RuggarolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora