Uno.

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Los sueños nos acompañan cada día de nuestras vidas. Perduran más que los amigos y el amor, nos hacen reír o llorar y hasta enojar, pero a pesar de ello cerramos los ojos y dejamos que nuestra imaginación flote indecentemente.

Pero aquella vez no fue un sueño, todo lo que estaba a su alrededor y absolutamente todo lo que la mujer le decía era real, estaba ocurriendo justo frente a sus ojos y no había ninguna forma de huir.

Dean, él es Ben... nuestro hijo

Aquella vez no supo que decir ni como reaccionar ante la mujer que había tocado su puerta un día soleado y completamente radiante ante los ojos del rubio. Era un buen día. Lo fue.

Aunque ese día pasó y le siguieron muchos más detrás de él. Años se podía decir de forma correcta.

Sus salidas con su Impala, sus noches de diversión y su amado trabajo como mecánico habían terminado. Todo se había acabado desde ese día cuando fue forzado a madurar y tener una familia con una mujer que a penas recordaba desde hacía seis años (la cual ahora era su esposa y madre de su hijo). De todas formas, se adaptó a una vida de padre, como si pasara de ser un lobo libre por el bosque a un perro domesticado y casero.

Ser algo completamente patético. Ama a Lisa y a Ben, después de todo eran su familia. Pero odiaba su vida por completo, era peor que estar muerto.

Primero que nada, su hermoso y amado Impala del 67 se mantenía guardado en la cochera y cubierto con una lona que de vez en cuando sacudía para quitar el polvo; segundo, ya casi ni tenía relaciones sexuales ni con Lisa ni con cualquier otra mujer que se cruzara; y tercero pero no menos importante, había tenido que renunciar a su trabajo de mecánico que viajaba por el país recorriendo cada estado y trabajando en talleres que luego abandonaba, para trabajar como contador en el banco de Lawrence. Siempre había sido bueno con las cuentas y los números pero jamás se imaginó a si mismo trabajando de algo parecido.

En resumen, su vida era una mierda bizarra como cualquier otra.

Y había llegado a su límite aquél día, cuando (como todos los días) Lisa le hacía planteos de típica esposa celosa y desconfiada por el siemple hecho de que una mujer en el supermercado lo dejó pasar primero solo porque llevaba menos cosas. Y de ahí salieron millones y millones de planteos y preguntas que, por más que en su pasado tendrían sentido, ahora eran estúpidos y sin sentido. Dean no rompe ningún compromiso y al parecer su esposa no entiende eso cuando trata de explicarle que ni siquiera conocía a la pobre chica.

─Lo sabía, tu jamás vas a cambiar eres un maldito irresponsable e inmaduro que no piensa en su familia. ─Dijo la mujer enojada a más no poder con el ceño fruncido y las mejillas coloradas por ello.

Esa fue la gota que derramo el vaso de la paciencia del rubio. Fue la bomba que lo hizo estallar y sacar la peor parte de si. La parte que su esposa creía que en realidad era única en todo su cuerpo.

─¿Por qué demonios no me escuchas cuando hablo? ¡Ni siquiera la conocía! Estas tan jodidamente encerrada en tu mundo princesita, que no escuchas a los demás. Demonios, mujer.

A pesar de decirlo sin pensar, la parte racional suya lo hizo sentir la peor de las mierdas por decirle algo así a su esposa. Aunque siendo sincero, después de todas las cosas que el rubio tuvo que hacer por ella, eso la convertía en una princesa. Y de las más perras.

─¿Crees que la vida es una fiesta a la que puedes asistir, divertirte y luego irte? ¡Pues no es así Dean! Tienes responsabilidades como yo. ¡Tienes una maldita familia que mantener!

Y ahí, justo en ese momento, se quebró la delicada línea de cordura que lo mantenía día a día. Se rompió. Y jamás volvería a arreglarse. Como un jodido vaso. Si bien puedes juntar las partes rotas, no podras volver a tomar de el.

Pillowtalk ➽ |Destiel|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora