Había terminado por cruzar el parque, ese al que solía ir con sus amigos cuando todos tenían día libre. Parecía que ahí hacía más frío, porque Yoongi en poco tiempo empezó a ver las nubes de humo que salían por su boca cada vez que exhalaba.
Corrió, ya harto de la desagradable sensación helada por toda su anatomía y fue directo a resguardarse bajo el puente que conectaba ambos lados del lugar. Si lo fuese cruzado, en menos de diez minutos podría haberse encontrado en su casa, preparando café con una gran capa de mantas nórdicas cubriéndolo. Pero él decidió quedarse un rato más afuera, a pesar de que el clima le estaba empezando a fastidiar de verdad.
Sentado en aquél piso húmedo, Yoongi estaba sumido casi por completo en la oscuridad. Sólo podía verse parte de su silueta gracias al resplandor de la luna llena y el farol que, a pocos metros, se encontraba de él. Hurgando en su bolsa, destapó el paquete de cigarrillos y se fumó el primero.
Recordó muchas cosas mientras veía cómo aquél humo repleto de nicotina se esfumaba en el aire; toda la etapa de la escuela, en cómo conoció de una manera muy original y absurda a su mejor amigo, Jung HoSeok; en la chica que había tenido como novia pero que en realidad sólo había aceptado por no saber cómo rechazarle y su extraño y fastidioso grupo de amigos. ¿Amigos? ¿De verdad los sigo tachando de amigos? No me jodas, imbécil...
Incluso pensó en aquél chico de la cabellera naranja que más nunca volvió a ver. Yoongi sacudió el cigarrillo, le dio una calada onda y lo apagó en la pared en la que estaba apoyado.
—¿Qué habrá pasado con él? —murmuró, buscando el encendedor entre los bolsillos de su abrigo afelpado para comenzar con el segundo.
Y es que a Yoongi nunca le gustaron las chicas. Siempre fue Park JiMin. El chico de los ojos confiables, de sonrisa tierna y mejillas que daban ganas de apretarlas y acariciarlas con extrema delicadeza. ¿Cuántas veces no había fantaseado con abrazarle, o de besarle hasta que sus labios dolieran y protestaran de lo hartos que estaban? ¡Se podía quedar despierto días enteros partiéndose la cabeza en su cuento de hadas mentales! Pero eso nunca pasó, claro está.
Encendiendo el tercer cigarrillo, Yoongi recordó lo mal que hizo sentir al pobre Jimin en muchas ocasiones. Y era porque se sentía presionado por la sociedad, aunque dijese que le importaba una mierda lo que pensaran de él. Veía cómo sus amigos coqueteaban con las chicas, ellas cayendo a las repetidas y cansadas palabras que ellos utilizaban, siendo pareja por unos meses para finalmente hartarse y cada quien irse por su lado. Ellos jodían mucho con el tema de la homosexualidad, pero al final de cuentas dejaron bien en claro que no sería de su agrado un amigo gay en el grupo.
"—Nosotros nos jodemos entre sí todos los días, pero es sólo eso. Joder —dijo NamJoon, masticando descuidadamente un puñado de papas fritas. JeongGuk estaba a su lado y giró los ojos, aburrido por el discurso que daría el mayor en momentos—. ¡Hombre, sería tan extraño tener un amigo gay aquí con nosotros! Porque, piénsalo, tendrías que estarte cuidando las espaldas para que no te enchufe en un baño o algo...
-¿Que te enchu...? Olvídalo, eso es lo más estúpido e incoherente que ha salido por tu boca —espetó HoSeok, fulminándolo con una mirada asqueada. Cogió con rabia su mochila y, con los puños blanquecinos de tanto apretarlos, se detuvo a dos pasos de Namjoon-. ¿Sabes qué es lo más extraño? Que un mente cerrada como tú esté por graduarse. Ojalá los otros no terminen pensando así por tu culpa. Nos vemos luego, Yoongi."
Dijo muchas estupideces más y Seokjin tuvo que calmarlo a la fuerza para que dejase de insultar a Hoseok, pero él hizo oídos sordos después de la partida del pelinegro. Se siguió juntando con el grupo —o lo que había quedado de él después del incidente en la cafetería—, pero ahora andaba más alejado, al igual que el moreno de la sonrisa perlada que a duras penas ahora se le veía por los pasillos o en las clases. En ese entonces, quería decirles que era homosexual —ya Hoseok lo sabía—, pero después del discurso que había soltado Namjoon con todo el orgullo que le salían de las pelotas, las ganas se evaporaron tan rápido como la idea había venido a su mente. Decidió, entonces, jamás decirles, pensando en que tampoco eran sus asuntos, y que, más en la superficie que en el fondo, sentía que ni eran sus amigos.
La amargura de su risa y el cosquilleo de sus dedos congelados lo hicieron volver a la realidad por una milésima de segundo. El tercer cigarrillo se extinguió, y la cajetilla quedó más vacía cuando Yoongi encendió el cuarto.
—¿Dónde estás, Park JiMin? —cerró los ojos, expulsando el humo por su nariz, también congelada. En su mente, vio cómo ese chico de cabello tintado le sonreía. Era una sonrisa amplia, llena de felicidad; pura, con uno de los dientes superiores algo torcido que lo hacía lucir treinta mil veces más adorable. Se fijó en sus ojos, hechos una línea con mínimas arrugas a los lados. Su pequeña nariz y las mejillas de ardilla que poseía. Las comisuras de sus labios se elevaron levemente, hechizado por completo con esa imagen.
No quería abrir los ojos. Quería quedarse con él, allí.
Cinco minutos después, cuando comenzaba a fumar su quinto cigarro, todavía sus ojos descansaban. Cualquiera fuera dicho que Yoongi estaba petrificado; que era una estatua deteriorada más en las penumbras del puente. Pero él sólo se sentía a gusto así. Allí el frío no era tan insoportable, y la imborrable imagen de Park JiMin en su cabeza parecía darle calor y transmitirle esa aura positiva con la que el chico siempre solía andar dentro de sus recuerdos.
—¿Yoongi... hyung?
Toda su mente se vació y sintió su sangre desaparecer. Ya no sonreía y el frío atacó con filosos cuchillos su cuerpo, importandole poco sus abrigos o bufanda. Quería abrir los ojos, pero estaba aterrado. Era su voz, la voz de Jimin.
—¿Hyung, te sientes bien?
Como si despertara de una pesadilla, abrió los ojos, acuosos, posando su mirada en donde esa hipnotizante voz parecía salir.
Era él, estaba ahí. A su lado.
Y lo miraba con preocupación.
Park Jimin, a pesar de todo lo que él le había hecho, se preocupaba por él.Yoongi no pudo terminar su quinto cigarrillo; de la impresión, se le había caído a uno de los charcos. Y de la misma impresión, se lanzó a los brazos del chico con la intensión de jamás soltarlo, como solía hacer en su mente desde que le conoció.
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3:17 A.Mー YOONMIN
Fanfic'Incluso pensó en aquél chico del pelo naranja que más nunca volvió a ver. © FATALITAE 2017 || prohibida su copia u adaptación.