La tormenta empeoraba con cada segundo que el reloj dejaba pasar. YoonGi ya había visto cómo un árbol caía no muy lejos de donde estaba, golpeando el pavimento cubierto por un considerable grosor de nieve para luego salir volando al medio de la calle. Se le puso la piel de gallina, ya sin saber si era por el gélido clima, por la tempestad que afuera se desencadenaba o por estar debajo de un puente en compañía del fantasma de JiMin.
Calculaba que eran pasadas las cuatro de la madrugada; el cielo estaba ligeramente más claro y hacía un frío terrible, de esos desagradables que te hacen pensar que has perdido alguna parte del cuerpo. Agradecía haberse metido debajo del puente, tanto porque lo resguardaba y porque, dolorosamente, había sabido del paradero actual de Park JiMin. No podría decir si había sido el destino que se le acabase el café, hubiese ido a la tienda, agarrase el camino más largo y se resguardase debajo de aquél oscuro lugar. No lo sabía, pero lo agradeció mentalmente.
JiMin había decidido sentarse en el suelo, arrecostado de la pared opuesta a la de YoonGi. Estaba cruzado de piernas, las cuales estaban cubiertas por un pantalón rasgado de tela negra. Una camisa de rayas blancas y negras le cubría el torso, y unos anillos y cadenas su cuello y diminutas manos. Todo aquello se encontraba debajo de su aura asfixiante y su chaqueta de jean. YoonGi, desde la primera vez que vio al menor usarla, quiso pegarsele como un chicle y drogarse con su aroma; pedírsela prestada y jamás devolversela, así como hacían las personas enamoradas. Pero ya no era posible. La chaqueta había desaparecido de la faz de la Tierra, al igual que su dueño. Hubo un momento en el que, mirando disimuladamente al distraído pelinaranja, se preguntó si esa había sido la ropa con la que había muerto.
—YoonGi, ¿qué ha sido de la vida de HoSeok hyung?
JiMin lo había agarrado desprevenido, lanzándole una mirada tan agria que el peliverde casi pudo sentirla en sus papilas gustativas. Tragó fuerte y miró el piso, igual de congelado que sus manos y, básicamente, su existencia en sí.
—Se fue al terminar los estudios. Quiere explorar cada centímetro del planeta, conocer culturas, aprender sus tradiciones e idiomas —respondió en un murmullo, sintiendo como su voz raspaba su garganta en un ronroneo. Recordando una de las últimas palabras de su queridísimo amigo, YoonGi no pudo evitar soltar una carcajada—. Incluso el muy imbécil me dijo que viajaba para encontrar "al amor de su vida, su medio churro bañado de chocolate". Eish, de verdad él...
JiMin no pudo evitar esbozar una sonrisa. Aquél hyung era lo único bueno que recordaba del tiempo en el que aún respiraba. Apartando un molesto mechón anaranjado de su vista, recordó borrosamente un día soleado y la presencia de Jung HoSeok. Su figura era toda negra estando a contra luz; JiMin sólo veía rastros de su piel aceitunada, sus cabellos oscuros y sus dientes esmaltados. Era la hora del almuerzo y, como todos los días, el menor se dispuso a comer en soledad sus panes rellenos con crema y su refresco de uva. No contaba con que aquél lo acompañáse todo el recreo, asustándose con su repentina aparición. JiMin casi salía corriendo de sólo pensar en TaeHyung y los otros. Pensaba que HoSeok lo obligaría a saltar del tejado, que le tiraría su jugo encima o que sólo iba a soltarle una tanda de insultos como solía hacerlo Jeon JeongGuk cada vez que se cruzaba con él.
Estaba equivocado.
—¡Hey, hola! —exclamó el de los cabellos azabaches, sonriendo en dirección al confundido y temeroso muchacho. JiMin, de los nervios, apretó con fuerza su pan.
—¿Qué quieres? —le preguntó, tosco. Si iba a hacerle algo, mejor que fuese pronto. Se moría de hambre y no veía la hora de irse a casa para encerrarse en su habitación y pretender que no existía. HoSeok sólo lo estaba atrasando.
Aquél, sin quitarle la mirada de encima a JiMin, se sentó en frente de él. Se percató de la lonchera que tenía en sus manos; caja de madera pulida con pequeños trazos profundos en la superficie. ¿Acaso él iba...?
—No te preocupes, JiMin-ah. No voy a hacerte daño.
Nuevamente frustrado, se levantó del suelo y sacudió con impotencia su melena. No sintió nada al tacto, no del todo. Era como una sensación que estaba allí, pero tan lejana que difícilmente producía cosquillas. YoonGi lo miraba con curiosidad, aplastado donde se encontraba mientras seguía estrujando aquella bolsa amarillenta. Sentía el pecho contraído, como si un agujero negro estuviese tomando forma justo en la boca de su estómago fantasmal. Era un dolor más allá de lo humano cada vez que veía al muchacho de la cabellera mentolada; una ráfaga de docenas y docenas de preguntas se arremolinaba revoltosamente en su cabeza.
—¿Te puedo hacer una pregunta, hyung? —soltó, apretando los labios mientas fruncía las cejas.
—¿Uh?
—¿Por qué nunca me defendiste?
YoonGi sintió que algo se quebraba dentro de él una vez más. Sus ojos volvieron a amenazar con soltar un riachuelo de lágrimas saladas; no estaba seguro de poder retenerlas como antes.
No le impresionaba mucho que JiMin le hiciera esa pregunta. Se lo veía venir, pues era algo que él se preguntó incontables veces. Pero que lo dijese con ese tono de decepción y tristeza... No podía soportarlo.—No te obligo a que respondas, pero no tiene sentido el que te preocuparas cuando no me vistes más si cuando lo hacías, sólo te quedabas parado viendo cómo los otros me masacraban —alzó los hombros—. Es como si yo dijese "¡Oh, mira! Están paleando a aquél perro callejero que veo todos los días" y no hiciera absolutamente nada para pararlos, y al día siguiente preguntarme qué habría pasado con aquél perro porque no lo volví a ver rondando por las calles. No tiene sentido, ¿verdad?
Tragó en seco, y humedeció sus labios con la lengua. Los sintió ásperos y resecos; más fríos de lo usual. Un leve temblor se instaló en su cuerpo. YoonGi estaba aterrado.
—No lo sé, JiMin —dijo, estrujándose el rostro con ambas manos. Soltó un prolongado suspiro, cerró los ojos y contó hasta cincuenta. El pelinaranja se dedicó a observarlo, con la cara escondida en las sombras—. ¿Qué estoy diciendo? Claro que lo sé. Tenía miedo, eso era. Miedo de volver a caer en las mismas idioteces que en Daegu, miedo de ser rechazado por mis amigos al defenderte, miedo a ser señalado por... —se detuvo, maldiciendo por lo bajo—. Supe de ti desde el primer día de clases, JiMin. Te vi allí de pie, a un par de filas de la mía y, honestamente, no sé qué carajos me hiciste porque desde ese instante, no te he podido borrar de mi mente.
JiMin entreabrió un poco su boca, sorprendido. ¿Ese testarudo hyung estaba diciendo que lo quería?
—No te defendí aquél día en el bosque porque no supe cómo reaccionar. Sí, agarré una furia tremenda con TaeHyung y el resto de esos desgraciados pero, aún así, no sabía qué hacer...
—¡Me estaban sacando la mierda ahí tirado! ¡Eran cuatro contra uno y ni siquiera dijiste nada! —explotó, con las mejillas encendidas de la rabia. YoonGi pudo ver estas al rojo vivo incluso estando todo sin más iluminación que la de aquél poste de luz—. Eres patético, hyung.
Una lágrima traicionera bajó por el pómulo helado de YoonGi. En un par de segundos, su rostro estaba bañado en montones de ellas. Lloraba con desconsuelo, abrazando la bolsa de plástico mientras trataba de hacerse diminuto. Unos recuerdos borrosos pasaron a la velocidad de la luz por su mente; AeJung abrazándolo con fuerza, él gritando y rompiéndolo todo.
—Eh, no llores.
—No me digas qué debo hacer —contestó, sorbiendo su nariz. La cabeza la mantenía oculta entre sus brazos, intentando calmar su agitado corazón—. Soy una mierda por no haberte defendido, eso lo sé. Lo tengo en claro desde ese día y..., perdón, JiMin. Tal vez no debí de haber venido nunca a Seoul —las mangas de su chaqueta estaban empapadas, pero YoonGi ya había dejado de llorar—. Tal vez seguirías vivo. Lo siento.
—Ya te dije que no importaba —dijo, suspirando—. ¿Puedes dejar de llorar?
—No estoy llorando —contestó, mirándolo con molestia y sus cuencas amieladas algo inflamadas—. Detente.
JiMin sonrió, sentándose al lado de YoonGi.
—Gracias por haber venido, hyung —dijo, soltando unas gotas saladas que murieron en el pavimento congelado—. Gracias por haberme encontrado.
![](https://img.wattpad.com/cover/103052732-288-k261262.jpg)
ESTÁS LEYENDO
3:17 A.Mー YOONMIN
Fanfic'Incluso pensó en aquél chico del pelo naranja que más nunca volvió a ver. © FATALITAE 2017 || prohibida su copia u adaptación.