Park JiMin, cuando estaba vivo, amaba e idolatraba a Min YoonGi. Desde su primer día de secundaria ya tenía los ojos fijos en el muchacho y su mente volando con las más hermosas fantasías. Fue allí, en la fila de los nuevos, que lo vio. En ese entonces su cabello todavía no había sido víctima de los numerosos tintes; lo llevaba natural, marrón como el chocolate caliente y con algunos que otros rulos. JiMin se preguntó si olía al chocolate que tanto parecía, o al café que, al pasar el tiempo observándolo, amaba YoonGi tomar antes y después de las clases.
Trató de hablarle muchísimas veces pero si no andaba con sus audífonos puestos, andaba con su pandilla de tarados. Casi todos sus amigos le caían pésimo, pues le habían hecho al pobre la vida imposible desde el preescolar. Incluso Kim SeokJin, el mayor de todos. En una ocasión, con la ayuda de NamJoon, lo dejaron encerrado medio día en uno de los baúles vacíos de juguetes, diciéndole que los gordos y feos como él no podían jamás juntarse con ellos. La maestra les dio una tremenda reprimenda al descubrir su crimen, pero eso sólo causó que aquellos lo odiaran más y sus maltratos fuesen aumentando de nivel. Al llegar a la secundaria ya no lo encerraban en baúles. Le metían la cabeza en los retretes —que, muchas veces, estaban sucios—, lo empujaban de las escaleras o le hacían jugarretas en la clase de educación física. Kim TaeHyung era el que le causaba más dolor físico a JiMin; lo empujaba a los casilleros con brusquedad, en los juegos de equipos el blanco siempre era el menor y lo tiraba sin piedad por las escaleras del instituto. Tuvo que ir numerosas veces a la enfermería, y unas dos más al hospital por fracturas graves.
Su vida escolar no fue nada fácil. Compararla con el Infierno quedaba corto.
YoonGi jamás hizo movimiento alguno de ayudarlo. Al menos, él no vio nunca ninguno de ellos. Cada vez que lo maltrataban, él estaba presente. Sus ojos lo observaban con un brillo extraño; casi de pena, pero al mismo tiempo con compasión y —estaba casi seguro— furia encendida. No gritaba para que parasen, o para que fuesen menos rudos con él. Sólo observaba, y eso hizo que JiMin llegara, con el tiempo, a odiarlo.
Cada vez que caminaba por las escalinatas del plantel se sentía observado de una manera brutal. Las primeras veces dejó pasar el asunto, aterrado de encontrar a la persona que con tanto esmero le taladraba a diario la nuca. En ese entonces, sus mejores amigos fueron el par de audífonos blancos que un primo le había obsequiado para Navidad y Liu MeiMei, una estudiante de intercambio que solía disfrutar las horas de recreo al lado del pelinaranja. Era una chica un poco más baja que JiMin, con cabellos chocolates rozándole los hombros y una cara pequeña y ovalada. JiMin, sin poder evitarlo, siempre se reía de las muecas que la chica adoptaba, a parte de que esta tenía una risa que no se escuchaba muy seguido en... nadie. Los audífonos blancos y MeiMei fueron los únicos que lograron salvar a Park JiMin de cometer un suicidio; él se sentía agotado de tanto odio hacia su persona, de tantos maltratos de gente que ni siquiera se había molestado en conocerlo primero antes de mandarlo directo a la horca. Se cansó de ser tratado como un jodido fantasma por media población estudiantil y —en muchas oportunidades— su propia familia. JiMin se hartó de que YoonGi no hiciera nada para detener a los monstruos que pasaba por amigos, de sus frías miradas y sus incesantes burlas.
Se había hartado de la vida, y sólo porque siete diablos lo condujeron por ese camino. Pero él no se rindió. JiMin consiguió ayuda, consiguió gente que le tendió la mano cuando sentía que ya no podía respirar más. Consiguió a alguien que lo sacara del estanque en el que estaba siendo ahogado, alguien que lo protegiera y distrajera de sus docenas de problemas, aunque fuese por un par de minutos. Él consiguió una amiga —¡y un amigo!—, y estuvo infinitamente agradecido por tan maravilloso regalo.
Pero la vida da muchas vueltas.
Las personas —cada una de ellas—, tienen distintas formas de reaccionar ante ciertas escenas que se les presentan. Poseen grandes cantidades de sentimientos, que puede jamás saberse en qué dirección van aquellos. No sabemos quién es es el héroe, el villano o el traidor de la película, sino hasta atar cabos y reunirse, eventualmente, todos al final.Y esa es una de las razones por las cuales Park JiMin fue violentamente asesinado debajo de ese oscuro puente, en una fría noche de invierno.
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3:17 A.Mー YOONMIN
Fanfic'Incluso pensó en aquél chico del pelo naranja que más nunca volvió a ver. © FATALITAE 2017 || prohibida su copia u adaptación.