II.

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De mis padres recuerdo pocas cosas. Solo viajes por todo el mundo, Suiza, Alemania, Bélgica, Estados Unidos, y tantos otros, no tenía ni cinco años cuando ya mi pasaporte estaba repletamente lleno de sellos de aeropuertos. Cada año me cambiaban de escuela porque nos mudábamos a un país distinto, no tenía amigos estables, no tenía una vida feliz, y mis padres al ver esta situación decidieron que lo mejor para mí era regresar a Argentina, vivir con mi madrina y cuando me graduara del colegio, decidir qué iba a ser de mi vida. A partir de allí empecé a vivir con ella, desde los 8 hasta el sol de hoy.

De mi madrina he aprendido todo lo que sé, y me educó con el propósito de ser la mejor en todo. Ese siempre ha sido su método. No puedo quejarme, tengo tanto que agradecerle. Me abrió las puertas de su mansión y ha dedicado gran parte de su vida a formarme como persona y como futura profesional cuando mi propia familia no tuvo el tiempo para hacerlo.

Mis papás están muy ocupados trabajando, me mandan dos postales al año: por navidad, y mi cumpleaños. Desde pequeña he tratado de comprender su mundo laboral, pero me cuesta entender cómo es que no tienen ni siquiera unos días para venir a Buenos Aires a visitarme. A veces pienso que sólo fui una carga en su vida y quisieron dejarle la responsabilidad a alguien más porque no podían estar pendientes de mí. No recuerdo un abrazo, un beso de buenas noches por parte de ellos, nada. Mi madrina tampoco tiene relaciones afectivas conmigo ni con nadie desde que perdió a su hermana y a su sobrina en un incendio.

Por eso digo, ¿Cómo voy a saber de amor, si las personas que más debieron amarme nunca me demostraron cariño? ¿Cómo se si le importo a alguien de verdad cuando mis seres más preciados me dieron la espalda? ¿Creían que comprándome todos los regalos del mundo iban a llenar este vacío tan grande que siento por su ausencia? ¿Ellos se acordarán de mí? ¿Pensarán en mí? ¿No me extrañan? ¿No les hace falta un abrazo de su hija? ¿Cómo he podido convivir con alguien por tantos años que tiene el corazón y el alma más duros que una roca y más fríos que el Polo Norte? Son tantas preguntas que me hago y que no tienen respuesta. No sé porqué me tocó vivir así, pero no es justo. Yo merecía una familia, una real, tangible, no unas cartitas cada cierto tiempo. No le deseo ni a mi peor enemigo que le pase esto.

Veo a mis amigas compartiendo con sus padres, riéndose, ellos orientándolas a ser mejores y, aunque suene loco, no siento envidia, sino felicidad por ellas, porque tienen esa gran oportunidad que yo no tuve nunca. Muy en el fondo, deseo que valoren y atesoren cada minuto, cada segundo que transcurre al lado de ellos, para que nunca tengan que vivir la triste y dolorosa soledad.

Nadie sabe más de eso que yo.

Tan solo pensar en eso me da ganas de romper a llorar, porque no se puede estar más solo en esta vida. Nada ha podido compensar todo este daño, ni siquiera ser la reina de la pista. Porque sé que el día en que me toque abandonar el Jam and Roller ese título lo voy a perder y otra persona lo va a obtener, y yo voy a seguir viviendo este calvario eterno. Dicen que el peor sentimiento es el odio, pero no, es la soledad.

Matteo era la única persona que me hacía sentir acompañada cuando estábamos juntos. Era mi compañero fiel e inseparable, trataba de que siempre hiciéramos todo juntos, y no es porque quería mantenerlo vigilado, es que sólo me hacía falta tener gente que me quiera cerca de mí. No tengo a mis padres, no tengo a mi madrina, no podía perderlo a él. A mi única fuente de amor desde que tengo memoria. Tristemente las cosas entre nosotros no eran las mismas y por eso no seguimos de novios. Como dije, ya luego diré el porqué.

¿Pero reconocer al frente de todos que me siento sola y que necesito amor? No. Primero muerta a que decirlo. Prefiero mil veces seguir ocultando mis verdaderos sentimientos. Mil veces. Nadie nunca puede ver mi lado vulnerable. Nunca.


En la Piel de Ámbar SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora