IV.

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Desde que vi a Joey Mantia estar sobre ruedas sabía que tenía que aprender a patinar. Fue de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Jamás me había sentido tan libre y tan poderosa al hacer algo. Se convirtió en una pasión. Practiqué hasta volverme increíblemente buena, sin contar que hago el mejor triple axel. Cuando estoy con mis patines siento que nací para hacer esto, y quiero continuarlo hasta que mis pies digan basta.

Estar en la pista es la mejor sensación, me cura de todos los males, drena mis rabias, comparte mis alegrías, calma mis tristezas, siento que hago un descargue emocional completo, siempre entrego toda mi energía, lo doy todo por mejorar para llegar a la cima. No me importa cuántos entrenamientos o cuántas veces tenga que repetir mis giros, debo ser una ganadora, sin importar qué, y cueste lo que cueste. No me interesa si tengo que apartar a alguien del camino, cualquier obstáculo que me impida llegar a mi objetivo lo eliminaré y no voy a tener piedad con quien quiera sacarme del juego. Cuando todos van, yo ya vine tres veces. La astucia y la estrategia no me pueden fallar.

Mientras lees esto puede que estés pensando que el éxito con el patín debe significar todo para mi, y sí, significa muchísimo para mí... pero también, ese es el detalle.

Significa muchísimo para mí, sólo para mí...

Porque realmente a nadie le importa lo que haga o deje de hacer con el patinaje, si hago de esto una carrera y me vuelvo profesional, si sólo lo hago por hobby, o si algún día se me pasa por la mente botar los patines a la basura... Es difícil esto. Es duro tener que aparentar que no me duele que mi madrina no haya ido a ninguna de las competencias porque "el ruido de la gente le da jaqueca", y bueno, mis padres menos que menos han ido porque ya sabes, nunca están, pero tampoco tienen el interés de preguntarme cómo me fue, cómo me preparé, qué fue lo que hice, mi rutina, nada. No sabes lo terrible que sentir que no tienes el apoyo de nadie para nada de lo que quieras hacer, para cumplir tus sueños, que nadie esté allí para darte aliento y fuerzas para seguir adelante. Mis amigas tratan de hacerlo, y aunque no lo demuestre, lo aprecio, pero esto de lo que te hablo, son cosas que las amistades por más que se esfuercen no pueden llenar.

No sé si me estoy explicando, pero hay circunstancias y momentos muy puntuales en la vida en los que deseas más que nada el respaldo incondicional de tu familia, y realmente es horrible que cuando lo necesites, todos te den la espalda. Sé que todos están ocupados con sus obligaciones, pero me es imposible asimilar que no tengan ni unos cinco minutos para verme. Ni siquiera por streaming. Nada. Nada de nada.

Me parte el alma saber que nadie se siente orgulloso de mi.

Que mis papás o mi madrina estén en las gradas del Roller viéndome competir sería un sueño cumplido, pero a la vez pienso, que sería demasiado que la vida me complaciera con eso.

La adolescencia es increíble, es una etapa de cambios fuertes porque empiezas a crecer, a aprender a valerte por ti mismo, se pasa por la etapa de la pubertad y la madurez, a tener intereses distintos y particulares, y es lamentable y difícil no poder compartir mis momentos más importantes con los que más quiero: con los que me dieron la vida.

En la Piel de Ámbar SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora