Capítulo 9.

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Ema.

Observo a través de la ventana las hojas secas de los árboles caer. Esta lloviendo y hace frío. Miro mis manos vendadas. ¿Que me habrá pasado? ¿Por qué estoy en una habitación toda blanca? Hay aparatos extraños al lado de mi cama. ¿Para que servirán? Me acerco para tocar un botón, mis dedos no están vendados.

-Yo que usted, jovencita, no haría eso-una señora entra a la habitación y trae una bandeja.

Es comida. Mi estómago ruge por comida. Dejo los aparatos extraños y me siento en mi cama.

-Me alegro que despertaras. Has estado inconsciente mucho tiempo, de vez en cuando despertabas y volvías a cerrar tus ojitos precioso-dijo la señora dejando la bandeja con comida en una mesita al otro lado de mi cama.

¿Inconsciente? ¿Que es inconsciente?

-Déjame revisarte primero y después comes, ¿si?

¿Si soy obediente comeré? Entonces seré obediente. Agito mi cabeza para decirle que si.

-Buena niña.

Aleja las frasadas que cumbren mis piernas. Las revisa. Algunas partes tienen banditas. Revisa mis brazos. Revisa mi cara. Mi cabeza también está vendada. No me había dado cuenta. Me hace pregunta y sólo respondo si o no con la cabeza. La señora, que también está vestida de blanco, anota cosas en un cuaderno. Tengo hambre. Ya quiero comer.

-¡Muy bien! Ha sido muy buena niña.

Se sienta cerca mío. Me alimenta. Yo no puedo por mis manos vendadas. Me plática pero yo no digo nada. Faltaba que terminara la mitad de la sopa cuando otra señora llama a que me alimenta. Dice que regresará pronto. Me deja. La espero. El tiempo pasa. Y la señora no regresa. Sigo con hambre. Pero no puedo comer. No puedo usar mis manos. La sopa se me va a enfriar. Un hombre entra en la habitación. Trae a un niño en una silla con ruedas. Ese niño está vendado como yo. Sólo que èl tiene un brazo y una pierna vendada.

-Ambos serán compañeros de habitación. Espero que se lleven bien-dice el hombre, alza al niño y lo deja en su cama. Lo acomoda bien en la cama.

La señora que vino a buscar a la que me daba de comer regresa. Esta vez busca al hombre. El hombre se despide de nosotros. Nos deja solos. El niño se queda mirando a la entrada del cuarto. Esta serio.

-¿Que miras?-dice de repente. Me mira. Sigue serio.

-Nada-susurro.

-Deberías seguir tomando tu sopa.

-No puedo.

-¿Que?-se da cuenta de mis manos vendadas al mirarlas.

-Una señora me estaba alimentando. Salió y hasta ahora no ha vuelto.

-Ah... Entonces...

Pese a mis quejas. El niño se bajaba con cuidado de su cama. Pero aun asi se quejaba del dolor. Logro sentarse en la silla con ruedas. De a poco se acercó a mi.

-Hazme un lugar.

-¿Eh...? Si-me aleje un poco.

Otra vez con cuidado. El niño se trepó a mi cama hasta sentarse en ella. No dije nada. Él no dijo nada. Estira su mano a la mesita. Agarró una cucharada de sopa. Me la extendió.

-Vamos, come-ordenó.

Sonreí.

-¡Si! ¡Gracias!

Nunca Me Olvides [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora