Capítulo 4: El vampiro Anthony

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- Ya es de noche.

-Gracias, no me había dado cuenta. Notese el sarcasmo.

-Ja, ja, muy graciosa. Eric se había quedado mal después de la broma de Daniela, pero más le molestó el hecho que, desde la visita al alcalde, Dylan no había dejado de mirar al suelo, con un notable gesto de preocupación. ¿Habría pasado algo malo durante el encuentro de el profesor con Charles Bellhood? Por preguntar, no se perdía nada, así que Eric fue el primero en preocuparse por el aspecto de Dylan.

-Profesor, ¿se encuentra bien? ¿Ocurrió algo que deberiamos saber?

Dylan se bajó de las nubes cuando vió que le hablaban- Oh, no, es solo que... me temo que alguien está molesto con nuestra presencia...

-¿Cómo quién?- Eric empezó a mostrar optimismo- Es usted el gran e ilustre profesor Dylan, ¿quién le iba a odiar?

-Mm... ¿los causantes de las desapariciones? No sé, yo también tengo derecho a lucirme- Daniela había empezado a picarse por el hecho de no participar en la conversación.

-Bueno, me refería a los buenos- de repente, le sonó el móvil-. ¡Ups! Parece que es importante... es de... la oficina de periodismo... ahora vengo.

-No te pierdas, Eric.

-Ya te vale- decía indignado mientras respondía al móvil.

De repente, se empezó a oír una melodía de piano por todo el pueblo. Era una canción triste y misteriosa, aunque también tenía partes de terror. Dylan miró a Daniela:

-¿Qué es eso? ¿Qué es esa melodía?

-¡No lo sé, es la primera vez que se oye!- de repente, empezaron a oírse golpes, e incluso ráfagas de viento en la lejanía.

-¡Rápido, a la ventana!

Lo que vieron en la ventana era difícil de creer. Una sombra negra con unas alas de murciélagos saliendo de su espalda se posaba en la punta de la torre más alta de la mansión de los Angelot. De repente, salió volando a una velocidad increíble hacia una casa cerca del hotel, y el aterrizaje produjo un leve hundimiento en el suelo. El profesor Dylan estaba confuso. ¿Era eso un vampiro? Quería comprobarlo por sí mismo, así que bajó rápidamente hasta el recibidor del hotel, y cuando salió a la calle, se topó con la criatura cara a cara. Daniela la había seguido, y cuando ella también lo vió, se tiró al suelo del terror.

Era un chico de unos nueve años, con los ojos escarlata y rubio con el pelo corto. De su boca sobresalían dos colmillos entre un gesto de seriedad e incluso desesperación, y vestía un suéter verde con las mangas un poco largas y un pantalón marrón corto, junto con una bufanda de un color marrón más claro. De su espalda sobresalían dos alas que se escondían en la penumbra de la noche. Su aspecto era tanto tierno, como peligroso. Daniela, casi sin voz, dijo:

-A... a... Anthony, ¿eres tú?

El vampiro fijo su mirada perdida en ella, y poco a poco movió sus ojos hasta que se encontraron con los del profesor.

-Iros de aquí...- con una fuerza increíble, se fue volando hacia un pueblo más cercano a la mansión de un simple salto, impulsado con las alas. Poco después de que saliera volando, se escuchó como una casa era destruida.

-No... al final sí que era él...- Daniela empezó a llorar no sólo por tristeza y dolor, sino también por el miedo que le había causado esa mirada tan penetrante y triste.

En cuanto a Dylan, él se había quedado petrificado al ver al vampiro, y no exactamente por el miedo, sino por lo irreal que era todo. Se decía de los vampiros que sólo eran mitos para causar terror y, sin embargo, él había visto a los ojos de uno.

Eric salió del hotel aún con el móvil en la mano y se quedó mirando el agujero que había quedado en la calle.

-¿Qué demo...?- Dylan salió corriendo sin dar ninguna explicación hasta donde se había escuchado el golpe. Además de que necesitaba verlo una vez más, sabía que el propósito de aquella bestia era llevarse a alguien, y claro está que pretendía detenerlo.

Corrió hasta una calle alejada tanto del pueblo como de la mansión, llamada Salatari Street. Daniela consiguió alcanzar al profesor lo más rápido que podía, aún estando tan afectada por la identidad del vampiro.

Daniela recordaba esa calle como una de sus favoritas. Por el día, las calles se llenaban de los vecinos que salían a cuidar sus jardines o a pasear. Era todo muy vistoso y alegre. Y, por la noche, las farolas encendidas al igual que algunas ventanas de las casas eran las únicas iluminaciones. Aún así, no daba ningún miedo, sino que le daba a la calle un aspecto romántico y tranquilo. Sin embargo, los ataques del vampiro se habían centrado en esa zona, y ahora estaba destrozada y llena de zonas en obras. Las farolas estaban dobladas y las pocas que se encendían parpadeaban cansadas. Ya no era la misma Salatari Street de antes. Ahora era sólo un objetivo de una bestia.

Ahí estaba el vampiro, junto a una casa con un gran agujero y un hombre dormido en los brazos.

-¿Qué hacéis aquí? ¡Iros inmediatamente!

-¡Anthony! ¿¡Por qué!?- el chico guardó silencio, y dió un salto que lo llevó a la mansión de un sólo impulso.

Pero Dylan se percató de un extraño ruido que reproducían seguramente sus alas, algo así como una maquinaria funcionando. ¿Tendría algo que ver ese estruendo con la identidad del vampiro? El caso es que algo raro ocurría en el pueblo. La gente desaparecía, un vampiro se paseaba por las noches y, por el aspecto de Salatari Street, ya había pasado muchas veves por allí, y una extraña melodía que, por primera vez, se extendía por el pueblo. Pero en ese momento, sólo se podía hacer una cosa:

-... Volvamos al hotel. Éste caso es más de lo que esperaba.

Dylan y El misterio de DinnamoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora