Gnomos

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El día siguiente transcurrió como de costumbre, con la única particularidad de que al Camilo se le paso el tiempo simplemente pensando en todas las cosas que tenía para decirle a la chica y las otras tantas que quería preguntarle, porque sí, esta vez pensaba hablarle. Aquella actitud de inocencia infantil no compaginaba adecuadamente con la seguridad que ella expresaba, y si quería más tiempo a su lado, necesitaba cambiar eso.

Cuando el último periodo de clases hubo terminado, la ansiedad de Camilo por ver a la chica de cabello naranja había crecido tanto, que empezaba a olvidar todas las cosas de las cuales quería conversar con ella, sin embargo, su cuerpo parecía recordar exactamente la sensación que le recorrió cuando ella se acercó a él, y más por impulso que por otra cosa, recogió sus libros, los guardo en su mochila y ya salía del aula cuando el profesor de filosofía interrumpió sus planes.

- ¡Camilo! Espera un segundo por favor. – Ordeno el catedrático. El joven se acercó al escritorio con curiosidad. – Rodríguez, su chaqueta. – Indico el hombre a una joven de cabello enmarañado que solía olvidar cosas en cualquier lugar el colegio. – ¡Montero más despacio! – Reprendió a otro de actitud muy inquieta. – Bien... – Empezó a decir cuando ya el aula estaba prácticamente vacía – Tengo buenas noticias – Decía con entusiasmo. – Hablé con un amigo dentro del consejo de admisión de la universidad central, te están considerando – Hizo una pausa para evaluar la reacción de Camilo, que ni siquiera cambio de postura – Solo hace falta que entregues la carta y tu ensayo y será un hecho. ¿Cómo vas con eso?
-Bien, yo... – Camilo se arregló la mochila sobre el hombro tratando de encontrar una excusa para el ensayo que aún no llevaba ni a la mitad. – He avanzado bastante, solo hace falta que corrija algunas cosas y estará listo. – El profesor lo tomó por los hombros.
-Esta es tu oportunidad, muchacho. Confío en ti.

Inesperadamente el profesor abrazó al muchacho. Más que una expresión de afecto, Camilo lo considero como una manera del instructor de filosofía de reflejar sus deseos no cumplidos. Tenía la impresión de que la insistencia y el apoyo del profesor para que asistiera a esa universidad, radicaba en el hecho de que, en su época de estudiante, había sido la primera elección del profesor para cursar sus estudios, pero no había podido ingresar. Algo muy parecido a lo que sus padres hacían, motivándolo, o en el caso de su madre, forzándolo a estudiar una carrera que no era su decisión, sino más bien los deseos adolescentes sin realizar de ella.

Caminaba aparentemente sin rumbo definido por un pasillo de la secundaria, prestando poca o nada de atención a lo que sucedía su alrededor y perdido en sus pensamientos de lo que posiblemente seria su futuro, cuando una chica le abrazo por la espalda.

- ¡Camiiiiiiilooooo! – Su voz y su expresión, además de la altura a que le abrazó solo indicaban que podía ser una sola persona.
-Hola Carmen. – Dijo sin siquiera alzar la mirada.
-No vas a creer lo que me sucedió hoy... - Empezó a decir ella mientras se colocaba a su lado.
-De nuevo tiraste los libros en el pasillo central. – Le interrumpió.
- ¿Qué? – Se sorprendió ella de la respuesta. – Bueno, sí, pero fue por culpa de esa chica tonta que... espera, ¿tu como sabes eso? – Camilo sonrió al oírla.
-No lo sabía.
-Eres un idiota, y eso si lo sabias. – Los reflejos rubios en el cabello rizado de Carmen Rodríguez parecieron avivarse tras la inteligente respuesta. – El hecho es que tengo una A en comercio. – Añadió con aires de autosuficiencia.
-Felicidades, eso hay que celebrarlo. – Dijo él bastante contento.
-Por supuesto, ¿qué harás ahora?
-Nada, yo solo... ¡Carajo! – De pronto Camilo recordó que si tenía algo que hacer, tenía que hallar a la chica de cabello naranja. – Tengo que irme, lo siento, celebramos luego. – Dijo cambiando de dirección.
-Camilo, ¿está todo bien? – Preguntó Carmen siguiéndolo.
-Sí, todo perfecto, pero tengo que encontrarme con alguien.
- ¿Alguien importante? – Inquirió ella dándole alcance.
-No, solo que voy retrasado.
- ¿Una cita? – Continuó ella.
-No Carmen, solo deben entregarme algo.
- Entonces te acompaño. Si no te importa.

La Teoría del Caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora