2. Gabriel.

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Estar en la universidad no es algo divertido, sobre todo cuando estás en clase y no tienes ni una jodida idea de lo que la gente a tu alrededor (especialmente los profesores) están diciendo. Yo no tenía idea de nada desde hace mucho tiempo, y había dejado de intentar relacionarme con los demás desde hace mucho tiempo también.

—Hola nena —escuché una voz a mi lado.

—Hola Teresa —reconocí su presencia

—¿Sabes? Eso me gusta de ti, que a pesar de saber que no hay ni la más mínima esperanza de aprobar el semestre, aún vienes a clases, me gustaría tener el compromiso que tú tienes —anunció con falso entusiasmo, pero a kilómetros se notaba la burla. A mi francamente no me importaba lo que ella pensara.

—Venir a clases es mejor que quedarme en casa —contesté honestamente. Era cierto. Suficiente tenía con tener que estar en casa el resto del día y soportar a cierta persona. Teresa guardó silencio pensando un poco en lo que le dije.

Touché, lo bueno es que compartimos algunas clases ¿no es así? —lo único que me gustaba de Teresa es que sabía muy bien cuando cambiar de tema y eso se lo agradecía.

—Por supuesto —respondí secamente, ya no tenía ganas de hablar. Ni de pensar. Ni de sentir. Simplemente me dediqué a ver por la ventana el resto de la clase.

Cuando mis primeras clases terminaron tenía un pequeño receso de veinte minutos entre una clase y otra. Me escapé de Teresa porque francamente no tenía ganas de estarla soportando un segundo más. Había días en que lograba tolerarla, pero hoy definitivamente no era uno de esos.

Me dirigí hacia mi lugar habitual. Esas banquitas que se situaban tras el edificio más lejano de la universidad. Muy pocas personas solían ocuparlas, por lo que siempre que necesitaba un lugar tranquilo este lugar es al que solía venir. Lo cual era básicamente todo el tiempo. Saqué un cigarro y lo encendí lentamente mientras revisaba el feed de mi facebook. Tristemente era lo mismo de siempre. Me sorprendía como una red social podía ser tan vacía y superficial, y al mismo tiempo pudieras perder tanto tiempo en ella.

—Hola —escuché una voz y sentí mi corazón empezar a latir fuertemente. ¿En que clase de universo paralelo me encontraba? Esto definitivamente no me podía estar pasando. Ahí frente a mi, perfecto como siempre se encontraba uno de ellos. Uno de los perfectos gemelos Rickman me estaba dirigiendo la palabra. No sabía que hacer, realmente me quedé petrificada y sabía que inevitablemente estaba quedando como una idiota —¿Tendrás un cigarro? —prosiguió sentándose frente a mi y sin apartar la mirada un solo segundo de mi rostro, yo realmente no podía creerlo.

—Aquí tienes —musité finalmente ofreciéndole un cigarro que él tomó rápidamente con una sonrisa.

—Gracias —respondió suavemente después de tomarlo, y rozar su mano contra la mía en el proceso. ¿Ese toque había sido necesario? ¿Esta interacción era necesaria? Por dios, finalmente sabía como sonaba su voz.

Esto era un desastre. El solo roce de sus dedos con los míos, me hizo temblar.

Era absurdo, no podía ser cierto de que me pusiera así por un simple roces de manos. Que estupidez, no era una niña de secundaria, ilusionada con el profe de matemáticas — lo cual sí, también me había pasado —pero el punto era que, me sentía de una forma inexplicable. Y no en el buen sentido. Me sentía más vulnerable de lo que nunca me había sentido antes. No al menos que pudiera recordar.

No podía explicarlo con palabras. Y precisamente eran esas palabras las que tampoco salían de mi boca, lo cuál era ridículo. Al fin lo tenia enfrente, pero no se me ocurría nada bueno que decir. Yo no era una chica callada ni mucho menos tímida, pero este tipo que ni siquiera sabía si era Gabriel o Antonio, solo con su presencia me reducía a una chica torpe y sin nada que decir.

¿Puedes guardar un secreto? (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora