Capítulo 2. ¿Algún problema?

152 6 2
                                    

-¿Cariño? -La voz de mi madre, asustada y confundida, no me sorprendió tanto como ese calificativo tan cariñoso. Volví mi rostro hacia ella, mientras intentaba dominar mis emociones e impedir que tomaran el control de mi otra vez. Sus pupilas estaban dilatadas, y pude leer en ella un resquicio de esperanza por... por ¿mi? retrocedí sobre mis pasos anteriores y me di la vuelta, dándole la espalda.

Sentí un pinchazo en el interior de mi cabeza. Ya tan típico en mi día a día. Como si me inyectaran algo. Luego todo se detuvo. Menos yo.

Vi a mi alrededor a todas las personas paradas, como si estuvieran en el interior de una película en la que alguien hubiera pulsado el botón de pausa. Pude ver las lágrimas en los ojos de unos padres, brillantes y de apariencia inofensiva, que se acababan de enterar de que su hijo único, de tres años, tenía cáncer terminal, y que moriría en pocos meses, sus rostros, con aquella expresión, que conocía ya tan bien, de que perder a su pequeño, les destrozaría.  

Pude ver también a esos padres que ya habían perdido a su único hijo, y, por lo tanto, que ya estaban destrozados. Por dentro y por fuera, Caras pálidas, sin sentimientos, ojos secos de, seguramente, haberse pasado las noches en vela, llorando y suplicándole a dios un poco de ayuda. para variar, y, para no variar, sin recibir respuesta alguna. Pero eso no era todo, y por eso me gustaban los hospitales, comencé a andar a través del pasillo, y vi el rostro, iluminado de una madre, riendo y dando gracias a todo el mundo. Su marido se había salvado. Todos creyeron que moriría, pero contra todo pronóstico, vivió. Pude ver que, en su interior estaba haciendo una enorme y larga lista de cosas que tenían que hacer. Juntos.

Era exactamente eso lo que me gustaba de ellos. Las cosas salían mal muchas veces, pero también salían muchas veces bien. No había termino medio, no había nada que te asegurara que fuera a ir hacia un lado u otro, que fuera a ir bien o mal, como la vida. Era como una ruleta de la suerte, podías caer en el premio gordo, o quedar en banca rota, todo en apenas unos segundos. 

Hay personas que se creen inmortales y viven como si tuvieran todo el tiempo del mundo, cuando en realidad, este podría ser el último segundo que tienes de tu vida. 

Seguí caminando, fijándome en las expresiones de todas aquellas personas, congeladas en el tiempo por algún motivo que, empezaba a sospechar, estaba ligado a mi e iba en línea paralela junto a mi vida.

De repente, en mi campo de visión apareció algo que no debería de haber aparecido. Ni ahora, ni nunca. Movimiento. 

Me puse en guardia, intentando fijar y enfocar mejor la vista. Al principio no pasó nada, cuando de repente, más movimiento. Empecé a retroceder, solo con la idea de coger impulso y empezar a correr detrás de fuera lo que fuese la persona o la cosa capaz de moverse en mi pequeño mundo. Mi ilusión, el extraño don con el que... ¿nací?. Lo único que era capaz de controlar desde que tengo uso de razón. Si no era capaz  de controlar ni si quiera eso, no sería capaz de controlar nada. 

Empecé a correr con todas mis fuerzas en cuanto capté otro movimiento mucho más rudo y forzado. Había empezado a correr. Estaba escapando. 

Ignorando el dolor que me recorrió de arriba a abajo,  ignorando el pensamiento de que ya había vivido antes ese momento, y emocionada por el subidón de adrenalina,  forcé a mis piernas a que empezaran a moverse. Era rápido, se movía con agilidad, seguridad, y seguramente, en ocaciones normales, hubiera conseguido escapar ileso. Pero no era una situación normal, y yo era mucho más rápida que él. 

Empecé a ganar terreno hasta un punto en el que podía verle la espalda con claridad. A esa distancia habría asegurado que era un chico. Espalda ancha, caderas estrechas, alto, muy alto, y moreno. Definitivamente era un chico. Estiré el brazo y abrí la palma de mi mano derecha para tirarle de la capucha de la sudadera negra y hacer que se detuviese. Aceleró y le imité. Buen intento, amigo.

La cuenta atrás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora