Capítulo 4. Siento llegar tarde

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Me quedé totalmente quieta. Como si yo también estuviera bajo los efectos de la Pausa. Abrí bien los oído, e intenté aguantar la respiración, dando solo pequeñas e invisibles bocanadas de aire. 

No se veía nada sospechoso, ni si quiera se oía algún ruido. Todo estaba en completo silencio. Sino hubieran estado todos bajo los efectos de este "don", que al parecer no era la única capaz de utilizarlo, me habría atrevido a decir que todo seguía igual. Pero mentiría.

Mi mente empezó a funcionar casi sin que yo fuera consciente de ello, intentando buscar un razonamiento lógico. Algo que tuviera sentido, o por lo menos, un mínimo de sentido. ¿Qué había pasado? 

Imágenes volaron a mi cabeza a la velocidad de la luz. Expresiones, palabras, rostros, calles, colores, no había nada que tuviera sentido en todo esto. No había cambiado nada, todo seguía exactamente igual a cuando desaparecí--- no, claro que no. Mi visión se desenfocó ante la repentina idea que acudió a mi mente. Pero era imposible. No podía estar pasando eso realmente. 

Mi mente se llenó por una imagen de mi. Corriendo. Escapando de una oscuridad que me acechaba. Intentando llegar a... ¿a qué? 

Abrí los ojos como platos cuando oí un golpe sordo. Despertándome y trayéndome de vuelta a la realidad. Mandé a la mierda eso de intentar que no descubrieran que la Pausa no me afectaba y me levanté de mi sitio. La Pausa me afectaba, y al igual que afrontaba y me aprovechaba de las cosas buenas que traía eso, también les afrontaría cara a las cosas malas. 

Aún en completo silencio, empecé a caminar a la puerta de la clase, esquivando las mesas de mis, ahora congelados compañeros, con cuidado, y deseando que fuera quién fuese el que había hecho todo esto no se le ocurriese quitarlo de golpe y que todos me pillaran ahí de pie, en silencio y de puntillas como si fuera una especie de ninja. 

Cuando salí de la clase sin que eso sucediera suspiré de alivio y tragué saliva. Esto no había acabado, de hecho tenía la sensación de que ni si quiera había empezado todavía, pero no me iba a acobardar ahora que estaba fuera y que me había decidido a afrontar cara a lo que estuviera sucediendo, pero no pude evitar que se me pusieran los pelos de punta al volver a escuchar el mismo ruido sordo y seco que había escuchado anteriormente, como si alguien estuviera dando golpes en algún sitio. Como si alguien estuviera delatando abiertamente su posición. Como si el cazador estuviese intentando atraer a sus presas, o presa. Yo.

El ruido venía del pasillo del piso inferior. 

A medida que me acercaba a las escaleras, y por tanto, a él, el ruido iba haciéndose cada vez más fuerte y continuo, como si fuera un detector de metales y yo fuera el metal. No me hacía gracia pensar que seguramente era así como me veía la persona que estuviese haciendo el ruido. 

Bajé las escaleras y capté un movimiento. Pegué un brinco y corrí detrás de él. Cuando giré por la esquina que conectaba con el pasillo de abajo, el movimiento se detuvo, y una pelota roja rodó hasta chocar contra mi pie derecho. No había nadie salvo la pelota y un temblor me recorrió de arriba a abajo mientras una gota de sudor se arrastraba a lo largo de mi frente. Me agaché para coger el balón y darle vueltas, buscando cualquier cosa que me pudiese ayudar, y prestándole tanta atención que cualquiera que me viera, diría que estaba viendo la cosa más interesante del mundo. Nada más lejos de la realidad. No era interesante, era más bien espeluznante. 

El balón estaba firmado por un tal Dick. 

Fruncí el ceño y seguí dándole vueltas al balón, cuando un ruido volvió a sonar, solo que esta vez no se encontraba en el pasillo de debajo o en el de arriba. Se encontraba justo detrás de mi. Casi rozándome.

La cuenta atrás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora