Capítulo 5.

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[Flashback]

"Tenía el cabello claro, plateado, en contraste con su blanca piel, bañada en dorado por los rayos del sol. Estiraba los brazos mientras corría y reía sin parar, como si fuera la personas más feliz del mundo. Como si nada pudiera salir mal. El pensamiento de que nada saldría mal junto a él me hizo sonreír con más fuerza y ganas. Corría detrás de él, intentando alcanzarle, intentando ser parte de su mundo, por muy pequeña que fuera esa parte. Nuestras sombras reflejadas sobre la hierba parecían estar bailando. 

Saltábamos sobre los restos de tronces de árboles que habían sido talados con anterioridad, dábamos una vuelta sobre nosotros mismos subidos sobre ellos, y bajábamos otra vez de un salto, con los dos pies juntos. Rodeábamos y corríamos alrededor de los altos árboles que quedaban, que tapaban con sus lustrosas hojas verdes la mayoría de los fuertes rayos del sol. 

Todo estaba en silencio, a excepción de nuestras carcajadas, que flotaban en la dirección del viento, rodeándonos, y llenando nuestros corazones con una sensación que ya estábamos acostumbrados a sentir estando juntos. 

A nuestras risas, se le unieron los envidiosos pájaros, que parecían querer reclamar la atención del brillante chico al que seguía, con un cantar suave y dulce, del que sin duda me sentía celosa. Cada vez que me acercaba a él, una alegría y un sentimientos de júbilo me recorría desde las pies hasta la cabeza, con la idea de alcanzarlo, pero cada vez que ocurría eso, él se alejaba más de mi todavía, llenándome de un sentimientos totalmente contrario al anterior, un sentimiento más parecido al miedo. Cada vez que se alejaba, y huía de mi, el pecho se me encogía, y si no hubiera sido por su risa nerviosa y animada, y por su energía y alegría, que habían sido transmitidas a mi cuerpo, habría querido dejar de jugar.

Pero al fin y al cabo, de eso se trataba el pilla pilla. Yo corría tras él, y él huía de mi. 

Mis pies descalzos chocaban contra la hierba, produciéndome una agradable sensación de cosquilleo que al principio había sido molesta. No le creí la primera vez que dijo que era mejor ir descalzos, pero desde que lo probamos juntos, hace años, se había convertido en alguna clase de rutina que había empezado a considerar la mejor parte del día. De todos los días. 

El aire, la brisa chocaba contra mi piel, acariciándola como si fuera mi amante y me estuviera consolando de algún mal del que yo todavía no me había enterado, como consolándome antes de tiempo, besando mi piel y transpasando mi pelo, enredándolo y expulsándolo hacia atrás. Pequeñas lágrimas aparecieron en mis ojos, que rodaron por mis mejillas mientras seguía corriendo. En mi mente, la palabra libertad sonaba en forma de cántico, en forma de oración.

De repente, el chico plateado paró y se tumbó sobre la hierba, casi dejándose caer sobre ella, con los brazos extendidos,  mirando hacia el cielo que se reflejaba en sus ojos, de un color gris pálido. No tardé mucho en tumbarme junto a él, en la misma posición, ambos mirando hacia el inmenso e infinito cielo, a través de las hojas de los árboles, que proyectaban sobre nosotros sombras abstractas y sin una forma concreta. No podía vernos, pero estaba segura de que ambos teníamos una expresión de anhelo y deseo dibujada en el rostro. Dos niños deseosos de libertad, deseosos de volar, de extender los brazos y flotar, tan facilmente y con tanta belleza como lo haría cualquier Gorrión o Ruiseñor. 

Giré el rostro, y clavé mis ojos en el joven que tenía al lado, que seguía mirando embelesado el cielo. Su pecho subía y bajaba, acorde con los latidos, ahora tranquilos y calmados, de su corazón. Mis ojos se entrecerraron, y empezaron a fallarme un poco mientras le observaba, cada pestañéo se hacía más largo que el anterior, y más difícil de volver a abrir los párpados. Secretamente deseé poder parecerme un poquito a él, y a los sentimientos que le dominaban y le hacían ser la persona brillante que era. 

La cuenta atrás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora