ღ Capitulo 4 ღ

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Después de que el señor Tomlinson me dejase plantada en la sala de reuniones, me fui en busca de Patricia. Por suerte, la encontré en el pasillo y me felicitó por haber pasado la entrevista con Louis. Yo no le dije que si eso había sido una entrevista, había sido la más rara de mi vida; a mí me había parecido más bien una prueba de supervivencia. Una advertencia.

Seguían temblándome las piernas y no podía dejar de sentir un leve cosquilleo en las rodillas, justo donde se habían rozado con las de él.

Todas aquellas nuevas sensaciones me sobrecogían, no las comprendía, y la verdad era que después de lo que me había sucedido con Cody  no quería analizarlas. No me fiaba de mis propios instintos. Al menos, no en lo que se refería a los hombres. Quizá lo que yo había interpretado como una sorprendente —temporal— e inexplicable atracción, para el señor Tomlinson tan sólo había sido un incordio, una cuestión de mala química, A veces hay gente a la que no se soporta ni mirarla y tal vez era eso lo que le había pasado a él conmigo. Pero me ha sonreído en el ascensor.

—Martha te explicará cómo funcionan las cosas en el departamento —me dijo David Lee después de presentarme a esa otra abogada.

David Lee era el responsable de los casos civiles del bufete, que básicamente se dividían en dos grandes grupos: divorcios y herencias. Patricia me había llevado con él y me había dejado en sus manos. David apenas le había prestado atención. Al parecer, el señor  Tomlinson no había exagerado al decir que el departamento estaba desbordado. Con un «gracias», y un «luego iré a verte a tu despacho», David se despidió de Patricia.

A diferencia del señor Tomlinson, David Lee sí respondía al prototipo de abogado londinense que yo tenía en la cabeza. Era un hombre de unos sesenta años, con traje gris, calcetines de colores, camisa de rayas y pañuelo a cuadros en el bolsillo. Pura flema y mal humor, con unos modales excelentes y cortantes.

Llevaba allí varias horas y comprendí que David, él insistió en que lo llamase por su nombre, dirigía su departamento con mano férrea pero a la vez suave. Era estricto y directo, y me dijo claramente qué esperaba de mí:

—Durante los primeros días seguirás a Martha y la ayudarás en todo lo que sea necesario. Tanto si es buscar jurisprudencia como archivar papeles.

—Por supuesto.

—Ahora mismo, la mitad del departamento está centrada en el divorcio de los Howell. Nosotros representamos a la señora Howell. Evidentemente no han llegado a ningún acuerdo, así que iremos a juicio. La primera vista es dentro de dos semanas, por lo que no tenemos tiempo que perder. Céntrate en este caso y después ya veremos. ¿De acuerdo?

—De acuerdo, David.

Me pasé el resto del día intentando seguirle el ritmo a Martha y comprobé que tenía mucho que aprender. Por fortuna, ella estaba dispuesta a ayudarme porque había pasado por lo mismo un año atrás y no era de esas mujeres que disfrutan machacando y hundiendo a las demás.

Al mediodía comimos juntas en una cafetería que había cerca del bufete y Martha y yo intercambiamos la información básica. Nombre, dónde habíamos estudiado y cosas por el estilo. Ella no me habló de nadie del trabajo, muestra sin duda de su inteligencia, y yo tampoco le pregunté. Fue un almuerzo agradable y pensé que probablemente terminaríamos haciéndonos amigas.

Cuando volvimos al bufete, nos pasamos el resto de la tarde repasando las cuentas y las declaraciones de bienes del señor Howell, quien, a pesar de haber sido capitán de la selección inglesa de fútbol e imagen de importantes firmas de cosmética masculina, decía no poseer nada a su nombre y se negaba a pagar lo que la señora Howell le pedía.

Ninety Days | Louis Tomlinson |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora