ღ Capitulo 14 ღ

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-He preparado algo de cenar -me dijo en cuanto cruzamos el umbral y vio que yo olfateaba el delicioso aroma que salía de la cocina.

-¿Sabes cocinar?

-La señora Riverton insistió en enseñarme, aunque casi nunca lo hago. Primero no iba a hacer nada, pero has ido a comer a ese vegetariano... -levantó las manos- y he deducido que tendrías hambre.

-¿Cómo sabes que he ido al vegetariano?

Louis se volvió y levantó una ceja.

-Yo lo sé todo, señorita Jenner.

-Claro. -Me reí, pero una parte de mí supo que Louis hablaba en serio-. No tienes que preocuparte por mi dieta, ya soy mayorcita y sé cuidarme.

-No eres tan mayorcita.

-Vaya, deduzco que sabes mi edad porque la viste en el contrato -dije yo-. ¿Y tú? ¿Cuántos años tienes? ¿Cuándo es tu cumpleaños?

-Treinta y cinco -me respondió-. Y nunca celebro mi cumpleaños.

-¿Por qué?

Él tardó unos segundos en contestar y cuando lo hizo cambió completamente de tema:

-A partir de ahora, siempre que vengas aquí irá a buscarte mi chófer. Y tendrías que llevar un abrigo más grueso, hace demasiado frío para que vayas con una gabardina.

-Puedo coger un taxi. Y me olvidé el abrigo en casa, en Bloxham. Mi hermana me lo traerá uno de estos días.

-Ya sé que puedes coger un taxi, Kylie. Pero va a ir a buscarte mi chófer porque así sabré que no corres ningún peligro y que estás bien atendida. Y ya hablaremos de lo del abrigo. Has entrado en mi apartamento, llevas la venda de seda negra en el bolso y te has puesto la cinta de la llave alrededor de la muñeca. Tal vez tú todavía no lo sepas, pero empiezas a confiar en mí. Deja que yo me ocupe del resto.

-De acuerdo, vendré con tu chófer -accedí, pero sólo porque me parecía una estupidez seguir discutiendo sobre eso. Y porque sabía que Louis no iba a ceder.

-Ve sentándote si quieres, la mesa está lista -sugirió él, dando también por zanjado el tema-. El salón está por ahí. En seguida vuelvo.

Fui hacia donde me indicó y me quedé impresionada con las vistas del apartamento. La pared del fondo era de cristal y podía verse todo Londres. A diferencia de la casa de campo, aquel piso sí encajaba perfectamente con la imagen que Louis proyectaba de sí mismo. Los muebles carecían completamente de calidez y eran de último diseño. Había una pantalla de televisor enorme y un montón de aparatos que no tenía ni idea de para qué servían. En el centro, sobre una mesa de madera negra, vi dispuestas una cubertería de plata y una vajilla blanca con motas doradas, además de un par de delicadas copas de cristal y una botella de champán al lado. Una única vela, también blanca, estaba encendida entre los dos comensales.

Louis apareció tras unos segundos con dos platos de salmón que parecían sacados del mejor restaurante de Londres. Sonreí. Louis Tomlinson no hacía nada a medias.

Cenamos y noté que él no dejaba de mirarme la cinta de la muñeca. Fuera por el motivo que fuese, le fascinaba que yo hubiese decidido atarme aquel trozo de cuero. Durante la cena, me preguntó por el trabajo, por Martha y por Kim, pero nada demasiado personal.

Esa cena se pareció mucho a lo que habría podido ser mi primera cita con cualquier hombre, pero tuve la sensación de que con Louis sencillamente rozaba la superficie. Si con cualquier otro me habría conformado con esas preguntas de rigor, ¿por qué no me bastaba con él? ¿Por qué quería gritarle que no me preguntase esas cosas y que me hablase de su pasado, de por qué estaba tan convencido de que no podía tener una relación normal?

Ninety Days | Louis Tomlinson |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora