ღ Capitulo 12 ღ

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El resto del fin de semana fue maravilloso. Para ser un hombre tan convencido de que no quería tener una relación, a Louis se le daba muy bien hacer que una mujer se sintiese la más especial del mundo. De hecho, si el domingo no hubiésemos vuelto a Londres, probablemente me habría echado encima de él y le habría exigido que me besase. Otra vez.

El sábado por la noche, después de que yo entrase en el comedor sin el antifaz, Louis se comportó como un perfecto caballero, hablamos de libros, de nuestras respectivas épocas universitarias… y durante un rato me olvidé de que estaba con el hombre más fascinante y complicado que había conocido nunca. Él me preguntó por mi familia como si le interesase de verdad, pero cuando yo le pregunté por la suya, cambió de tema en menos de un par de segundos. Yo se lo permití porque vi que en el fondo de sus ojos negros brillaba algo especial, algo remoto y a lo que no parecía querer enfrentarse. Y porque no quería estropear aquellos momentos.

No tenía ninguna duda de que Louis había hablado en serio: el lunes volvería a convertirse en el hombre distante de trajes negros carísimos y que quería que su amante llevase los ojos ocultos tras una seda negra. Pero aquel sábado por la noche Louis Tomlinson era sólo un chico y yo una chica, cenando a la luz de las velas.

Terminamos el postre, un delicioso pudin de chocolate blanco, y él insistió en lavar los platos mientras yo lo esperaba en el sofá, con un libro que me había recomendado durante la cena y que tenía en la biblioteca.

Lo encontré con facilidad y me quedé de pie junto a la chimenea, leyendo las primeras páginas.

—Estás preciosa —me dijo Louis al entrar.

Me sonrojé y cerré el libro nerviosa.

—¿Puedo llevármelo?

Levanté el ejemplar y él tuvo la cortesía de fingir que no veía que me temblaban las manos.

—Claro.

Se quedó mirándome de aquel modo que me hacía sentir como si quisiera tocarme pero estuviera conteniéndose y se me erizó la piel sólo de pensar en sus manos encima de mí.

Durante la cena, él no había hecho ni siquiera una leve referencia a la conversación de antes y yo estaba empezando a creer que me la había imaginado. Hasta que me llevé la mano al bolsillo casi sin querer y toqué la cinta de raso negro.

Louis se fijó en el gesto y en mi expresión al rozar el retal de seda. Lo supe porque lo vi tragar saliva y luego desviar la vista hacia una mesa en la que había una botella de cristal tallado que seguro que contenía un whisky carísimo. Todo lo que había en aquella casa era de la mejor calidad e, igual que los trajes que él llevaba en el bufete, era elegante y sofisticado. Louis Tomlinson era uno de los hombres más ricos de Inglaterra y no ocultaba que le gustaba estar rodeado de cosas bellas, pero no alardeaba de ello.

—¿Te gusta trabajar en el bufete? —me sorprendió preguntándome.

Eso me obligó a dejar de mirarlo. Algo que al parecer me estaba resultando cada vez más difícil.

—Sí, mucho. Todavía me estoy poniendo al día, pero Martha me está ayudando mucho. Y David Lee es increíble. ¿Hay algo que no sepa ese hombre sobre derecho matrimonial?

—No. —Sonrió él y se sirvió dos dedos de whisky en una copa—. David está muy sorprendido contigo, dice que tus enfoques son imprevisibles.

No tuve más remedio que devolverle la sonrisa.

—Bueno, es muy amable diciendo eso. La verdad es que me siento muy torpe a su lado.

—No tienes por qué.

Ninety Days | Louis Tomlinson |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora