ღ Capitulo 11 ღ

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—Siéntate, Kylie.

Al oírle pronunciar mi nombre en aquel tono tan serio, tan autoritario, el mismo que utilizaba en el despacho, me sorprendí. Él se percató de mi sorpresa y la malinterpretó, porque añadió un «por favor» que sonó muy raro en sus labios.

Me senté en un sillón orejero de cuero marrón oscuro que había cerca del hogar. Louis se acercó a un cesto de mimbre repleto de troncos y cogió cuatro de ellos y una caja de cerillas. Se agachó y los fue colocando con mucha pericia, como si lo hubiese hecho miles de veces y aquellos movimientos mecánicos lo relajasen.

Yo lo observé fascinada; los músculos de la espalda y de los antebrazos se le flexionaban con cada gesto y pensé que quizá el olor a madera que había detectado antes en su piel se debía que hacía eso con frecuencia.

Prendió el fuego y las primeras llamas le iluminaron el rostro.

Se puso en pie y se acercó a mí. Respiró hondo y noté en mi propia piel su proximidad. Deseé que se inclinara y me besase, que me cogiese en brazos y me devorase con los labios sin explicarme nada. No sabía qué iba a decirme, pero una parte de mí sabía que no iba a ser fácil y esa misma parte no quería tener que afrontar ninguna dificultad más. Esa parte sólo quería que Louis, el primer hombre que me había seducido, se me llevase a la cama.

Pero yo seguía siendo yo, a pesar de todas las frases de mujer fatal que le había soltado a Kim, o al propio Louis, y necesitaba saber qué era lo que tenía que contarme.

Pensé que se quedaría en pie y probablemente habría sido mejor, porque de todos los sitios disponibles, Louis optó por sentarse en la banqueta que había frente al sillón que yo ocupaba. Se cruzó de brazos, hizo un gesto de asentimiento y levantó la cabeza para mirarme a los ojos.

—¿Te acuerdas del día que nos conocimos, en el ascensor?

—Sí —contesté, a pesar de que sabía que no hacía falta. Era imposible que ninguno de los dos olvidase ese encuentro.

—El aire cambió a nuestro alrededor, jamás me había sentido tan atraído por alguien tan de repente.

No sé si esperaba que yo dijese algo, pero tras oírle decir eso, se me secó la garganta y noté lo mismo que aquel día.

—Incluso en los casos en que me he sentido atraído por una mujer —continuó—, nunca, nunca he tenido el impulso de retenerla a mi lado y de no dejarla marchar. —Sus ojos seguían clavados en los míos y pensé que me quemarían—. Durante un segundo, me planteé seriamente la posibilidad de hacer saltar la alarma del ascensor y quedarme allí contigo. Pensé que así tendría el tiempo necesario para entender por qué me habías afectado tanto. Y por el modo en que me miraste, tuve la certeza de que tú habías sentido algo parecido.

Su seguridad en sí mismo me habría parecido insultante si no hubiese estado tan justificada. Seguro que en el ascensor yo había puesto la misma cara de boba que estaba poniendo en ese momento.

—Me dijiste a qué piso ibas —sonrió— y cuando supe que ibas al bufete, di por hecho que eras alguna nueva cliente y que no me costaría demasiado volver a dar contigo. Fui a la piscina y nadé un poco. Tracé un plan, lo tenía todo perfectamente planeado; tú nos ibas a contratar para llevar tu divorcio, o para gestionar el patrimonio de tu familia, o algo por el estilo. Eras una mujer de mundo. Te conocería, saldríamos un par de noches, te convertirías en mi amante y después de un tiempo nos separaríamos como amigos.

Oírlo hablar de ese modo sobre nosotros, a pesar de que ese plan se ajustaba a lo mismo que yo le había dicho a Kim, me sorprendió y me dolió un poco. Louis me había dicho que no quería salir conmigo, ¿y al principio había querido que fuésemos amantes?

Ninety Days | Louis Tomlinson |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora