ღ Capitulo 9 ღ

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—Estoy ridícula, Kim.

—No digas estupideces, Ky. Estás espectacular. Seguro que Johnny Deep se te llevaría en su barco.

—Johnny Deep no tiene demasiado buen gusto para las mujeres.

—Oh, vamos, reconoce que estás nerviosa porque no ves al señor misterioso desde lo del té y tienes ganas de verlo.

—No estoy nerviosa y, para que lo sepas, el señor misterioso está de viaje.

—¿Cómo lo sabes?

Me sonrojé y mentí como una bellaca.

—Se lo oí decir a alguien en el bufete.

—¿Y no asistirá a la fiesta más importante de la profesión? —me preguntó mi amiga, incrédula.

—Ni lo sé ni me importa.

—Mientes fatal, Ky.

Kim estaba sentada encima de mi cama, con las piernas cruzadas, mientras yo no paraba de mirarme en el espejo. Tenía que admitir que me costaba reconocerme. El antifaz y el gorro de ala ancha me ocultaban la mitad superior del rostro y me daban un aspecto muy misterioso. Y gracias al corsé de cuero negro, parecía que tuviese muchas más curvas de las que en realidad tenía.

—Creo que llamaré a Patricia y le diré que estoy enferma.

—Ni se te ocurra. Vas a ir a esa fiesta y a pasártelo bien. Conocerás a un abogado superatractivo y tendrás una aventura con él.

—Ves demasiadas películas —le dije a Kim.

—El día que llegaste a Londres, me dijiste que eso era lo que querías, ¿no?

—Sí. No. No lo sé. Tú sabes lo que me dijo Cody.

—Cody es un idiota.

—Lo sé. Gracias. Pero ¿y si tiene razón?

—¿¡Cómo va a tener razón!?

El timbre de la puerta nos interrumpió.

—¡Tus amigos ya están aquí! —exclamó Kim, eufórica, saltando de la cama—. Ahora no puedes escaparte.

¿Por qué habría accedido a que Martha y su novio pasasen a buscarme? Oí que Kim los invitaba a entrar y, tras pintarme de nuevo los labios, salí a recibirlos.

—¡Ky, estás guapísima! —exclamó Martha nada más verme.

—Gracias, tú también —respondí yo—. Los dos estáis muy bien.

Iban vestidos de aventureros, con un atuendo similar al de los protagonistas de la película La momia. Martha me había contado el día anterior, justo después de presentarme a su novio a la salida del trabajo, que era el único disfraz que él había accedido a ponerse.

—Tenemos el taxi abajo esperando —me informó—. Ha sido un placer conocerte, Kim.

—Lo mismo digo —contestó mi amiga. Entonces me miró—. Vamos, vete y pórtate mal.

—Haré lo que pueda.

Durante el trayecto en taxi me relajé un poco. Tanto Martha como su novio eran muy agradables y me reí con sus historias sobre los preparativos de la boda. Llegamos al baile en pocos minutos y me atreví a pensar que iba a pasármelo bien.

El local estaba decorado con mucho gusto, con distintas mesas cubiertas con manteles blancos, cada una con un jarrón en el centro con flores recién cortadas, también blancas. Al fondo, una orquesta con sus miembros vestidos de esmoquin tocaban canciones de los años cincuenta, y había camareros circulando con bandejas repletas de copas de champán. Detrás de la barra, decorada acorde con el resto, dos barmans preparaban diversos tipos de cócteles.

Ninety Days | Louis Tomlinson |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora