La Gota de Sangre

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          Ya es tarde, muy tarde. No sé que le voy a decir a mamá. No fue mi intención, no fui yo.

          Estábamos jugando, inocentemente, como solíamos hacer todos los días. Mi hermana corría y reía por toda la casa y yo la perseguía haciendo lo mismo. De momento algo entró en mi, y digo esto porque juro que no estaba yo en mis sentidos. Algo tomó el martillo que se encontraba en la mesa central de la terraza, y me hizo golpear a mi hermana en la cabeza hasta asesinarla. Luego, se fue. Me dejó a mi con la carga en mi cabeza. Comencé a llorar, pues mi hermana no mostraba señales de vida. Me asusté, sentí terror; no sabía que hacer con el cuerpo. Limpié todo el desastre, sin explicarme aún qué fue lo que me sucedió. Tomé el cuerpo de mi hermana como pude, y lo intenté aventar por el barranco. Mientras todo esto sucedía, mi madre no estaba en casa. Estuve horas llorando, sintiendo que algo me miraba desde algún rincón de la casa. 

          Cuando llegó mi madre, me saludó y preguntó por mi hermana, y yo sentada en el sillón le respondí que hacía horas que no sabía de ella, que quizás estaba en la terraza... en ese momento me puse pálida y comencé a temblar; recordé que en la terraza había sucedido todo. Decidí asomarme, y vi que no había limpiado bien la escena. No le impedí a mi madre que fuera a verificar, me rendí. Y fue justo ahí, cuando esa criatura encorvada, pálida y con la boca llena de sangre, me tomó por mi brazo y me lanzó al olvido; fue en ese momento que mi madre notó la gota de sangre.

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