Puedes romperlo. /Wigetta

Su cara era algo que debía fotografiar e hice sin que lo note.

Seríamos dos personas diferentes en muchos aspectos. Quería encontrar un significado en lo que pasaba al tomar la mano de Guillermo por los pasillos de aquel centro comercial.

Nos sentamos un instante dentro, tocaba la cicatriz en su brazo; esa que fue dado por Natalia hace seis meses atrás.

-No la toques. –Escuche que diría.

Posiblemente se cabrearía por la insistencia e ignoraba su advertencia.

-Deja que lo haga. –Proclamé mientras seguía pasando la yema de los dedos por aquella cicatriz.

Guillermo dejaría de impedirlo; pasaba de forma suave al no dejar de verlo. La seña de sus intentos de suicidio era obvias pero solo al estar así de cerca.

Se notaba y ello lograba molestarlo. Seguramente podría pegarme. Ello lo comprendía sin embargo seguía con la insistencia mientras escuchamos nuestro turno para pagar unas cosas que compré.

...

Era lunes; desde ayer que dejé a Guillermo no lo he llamado ya que él advirtió que no era de esos chicos que le gusta que lo hagan.

Entendía.

Pero no importaba ya que al llamarlo escuché que el tono de su voz era de alegría pese a que quería que no lo tocase.

...

Era la hora en la que Guillermo saldría de clases; esperaba fuera de su salón notando como sus compañeros se reían al verme.

Esto a Guillermo no le parecía gracioso.

No importaba que no le gustara pues ello no lograría que me mueva; esperé a que saliera. Ya no veía si salía con un chico a chica, solo le disfrutaba pese a que Guillermo no ponía la típica cara de estar feliz.

Caminaba sosteniendo su maqueta para dejarla en la parte trasera del auto y caminar un tato por cualquier lugar ya que Lana le ha dicho a Luzu que Guillermo no ha tenido un buen día.

Parquee el carro cerca de la playa.

Esperé a que saliera Guillermo primero.

Para que me siguiera ya que sabría que tomar su mano sería un error.

Su presencia era llamada por el sonido de las olas que se rompían a las rocas a metros de nosotros.

-Qué crees que haces! –Diría él nuevamente de actitud borde.

Pero intentar calmarlo sería equivoco.

Sonreía sin hacer contacto visual.

-He tenido un mal día; papá no ha parado de cuestionar algo que hago y la computadora ha dado pantallazos azules todo el día.

Caminé delante de él. Sabría que al emular su mal día podría soltarlo.

Guillermo callaba.

Seguía ahora por delante de mí; él giraría, se detuvo a centímetros para alzar su mano a la altura de la mía. La tomé; logré que me besara sin apurar a que ceda por su cuenta.

Apresuré a recostarlo sobre la arena para así lograr que él se tranquilizara.

El aquella playa solo se ve a la distancia a un tipo que estoy seguro es el salvavidas.

Era una posición cómoda, él se recostó sobre mi pecho sin decir nada.

El viento era un leve soplar; oscurecía.