Jay
Mi respiración es acelerada, mis latidos también, la adrenalina circulaba por todo mi cuerpo, ayudándome para correr más rápido, sino iba a atraparme. El terreno húmedo y terregoso me cansaba, y las arbustos y arbole no ayudaban en nada, solo me retrasaban.
— ¡Un escondite, un escondite! —murmuré desesperado. Ya podía oírle.
A un par de metros, observé el tronco caído de un árbol, y junto detrás había unos altos y densos arbustos, que serían el lugar perfecto para esconderse. Corrí hasta esos arbustos, agachándome, poniendo el pecho sobre la tierra, con el tronco como barrera visual. Ya no podría encontrarme.
El ruido se acercaba, estaba muy cerca, podía escuchar sus pisadas rompiendo las ramas en el suelo, así como su agitada respiración; en un segundo se detuvo, sabía que estaba cerca más no que tanto. Estaba demasiado nervioso, me iba a encontrar en cualquier momento, cuando entonces escuché que se alejaba, se había ido, me sentí muy aliviado cuando por casi cinco segundos no escuche más que mi respiración.
Me doy media vuelta pare regresar por donde vine, pero no di más de tres pasos cuando choqué con algo que me derribó. Alcé la mirada desde el suelo, mientras su figura cambiaba del color verde de las hojas, y el marrón de los troncos, mostrando el gris oscuro de su piel, lo negro de su mandíbula inferior, cuello, pecho y vientre, y sus ojos heterocromaticos, uno violeta, y el otro de color azul.
—Te atrapé papi —dijo luego de estirar su corto cuello, a comparación del de otros dragones, para darme un lengüetazo.
—Harriet... —contesté—, vas a provocarme un infarto con estos juegos.
— ¿Quieres jugar otra vez? —preguntó mi niña muy emocionada.
—No, tengo veinticinco pero me siento de noventa. Podemos jugar luego, papá tiene que descansar —jadeé un poco—. ¿Tú arnés sigue firme? —pregunté.
Ella me enseñó su costado izquierdo, donde los fijadores de platino, mantenían juntos sus huesos para que no sintiera dolor; ambas alas estaban siempre sujetas a su cuerpo, pero solo una de ellas estaba atrofiada. Me levanté del suelo, acercándome a ella para examinar el arnés, las correas estaban algo flojas, pero el resto estaba bien.
—Quédate quieta por un segundo —ordené.
—De acuerdo.
El arnés tenía una pequeña manivela, con la que ajustaba todas las correas por si alguna de ellas se soltaba; moví la pequeña manivela en círculos, hasta que las correas se ajustaron perfectamente.
— ¿Mejor? —pregunté.
— ¡Sí! —contestó antes de lamerme el rostro por completo. Luego de ello, me acarició con su rostro, mientras yo lo disfrutaba—. Te quiero papi.
—Igual yo —dije besándole la cabeza, en medio de un abrazo—, pero vámonos de aquí, tengo mucha sed, y tu haz de estar hambrienta.
—En realidad no —contestó.
Su estómago gruñó con fuerza.
—Tengo la impresión de que sí —dije mientras ella desviaba la mirada a la izquierda—, vamos, no quisiera que estuvieras de mal humor por no haber desayunado.
— ¿Puedo comer helado?
—No, debes comer carne. Además... Lidia se terminó todo el helado anoche, viendo películas dramáticas.
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Secreto II: Nueva vida
Teen FictionEstá es la historia de los nietos de Carrie, que al igual que su abuela, obtienen una gigantesca responsabilidad. Por un lado se encuentra Carly, que ama la situación en la que está, con su pequeño dragoncito, pero, al contrario de ella, Jay, lidia...