8: Primer día de clases

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Jay

— ¡¿Cómo dejaste que le pasara esto?! —reclamó la abuela, escuchando los chillidos de Harriet que eran muy agudos—. ¡No tenías que dejarla caer!

—No la dejé caer, ella intentó arrebatarme su biberón y saltó —contesté.

—Jay, eso me parece muy improbable. Las crías de dragón no intentar saltar cosas demasiado altas, salvo que intenten aprender a volar. Harriet todavía es una bebita, una caída tan fuerte como esa puede romperle los huesos.

—Traté de atraparla, pero cayó muy rápido.

—Basta... solo basta —dijo. Entonces, escuche un crujido seguido por el chillido más fuerte de Harriet hasta el momento.

Ella se quedó cayada y quieta, su pata se veía algo hinchada, y el color de sus ojos demostraba el dolor que estaba sintiendo en ese momento.

—Le reacomodé la pata, por suerte no fue una fractura, o peor, una de sus alas. Si se la hubiera roto jamás podría volar.

—Harriet... —intenté tomarla, solo que la abuela me detuvo como antes.

—Sé que no querías cuidar de ella, pero esa no es razón para lastimarla —me observó decepcionada—. Creo que ella estará mejor con tu tío Drake, él podrá cuidarla a ella mejor de lo que tu podrás.

—¡No...! —contesté con un dejo de tristeza—, yo no quise hacerle daño. Ni siquiera intenté hacerle nada. Únicamente ella saltó de mis brazos y cayó al suelo. Por favor no te la lleves —supliqué casi llorando sin darme cuenta de ello, hasta que unas lágrimas bajaron lentamente por mi rostro.

—En verdad me sorprendes Jay —comentó—. Has cambiado tu manera de pensar tan drásticamente en un mes.

—Abuela ¿De qué hablas? —pregunté.

—De Harriet. En un mes cambiaste de quererla lejos, a no querer dejarla. Es decir, solo mírate. Estás llorando, eso significa que la quieres.

—¿Entonces no te la llevaras?

—Claro que no. Además, ella ni siquiera está herida. Simplemente estaba fingiendo estarlo.

—¿Fingiendo? Eso no puede ser, cuando la cargué le dolía su pata al tocarla —comenté.

—Al parecer ella solo quería tu total atención, y fingía una lesión —hiso una pausa mirando a la pequeña traviesa encogiéndose con las orejas abajo—. Yo por otro lado, aproveché la oportunidad para ver si realmente estabas empezando a apreciar a Harriet, por más cruel que haya sido lo que hice. La verdad, me siento orgullosa de que hallas aprendido a quererla.

No sabía ni que pensar sobre lo que acababa de escuchar. Mi abuela manipulándome para probar algo, eso era demasiado cruel, manipulador y chantajista.

Tomé a Harriet en mis bazos, aunque ella se veía algo asustada puesto que habían descubierto su engaño, y estaba esperando una reprimenda de mi parte. Lo cual no iba a pasar...

—Déjame ver si entendí... —comentó Carly desde el baño, con la boca llena de pasta dental—... ¿Harriet fingió estar lastimada para llamar tu atención, y la abuela te asusto para ver si querías a Harriet?

—Sí. ¿Puedes creerlo? —Contesté.

—De hecho, sí. Cuando nació Harriet ni la querías cerca, ahora, ella duerme todas las noches en tu cama, y no te molesta para nada.

—Creo que sí he cambiado —contesté, jugando con las orejas de Harriet moviéndolas hacia arriba y abajo, simulando sus gestos de tristeza y felicidad con sus orejas—. Comienzo a apreciarla más. Es... adorable.

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⏰ Última actualización: Jul 08, 2017 ⏰

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Secreto II: Nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora