2: Primera noche

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Carly

La televisión sonaba mientras jugaba con Raley, el, perseguía un punto rojo que guiaba con mi puntero laser, lo había comprado en el aeropuerto para fastidiar a Jay, pero ahora sería el mejor distractor para mi Dragón.

—Eres muy juguetón Raley —dije apagando el puntero.

Raley, continuó buscando aquel punto rojo por todos lados. Estaba comenzando a desesperarse, entonces encendí el láser de nuevo, guiando a Raley hasta mis piernas, donde lo tome del medio y lo levanté hasta dejarlo sobre mis piernas para acariciarlo, recordando las partes del libro de la abuela donde ella, narraba los primeros días en los que estuvo cuidando al tío Drake.

—No entiendo cómo puedes estar tan feliz y tranquila con todo esto —dijo Jay al entrar a la sala, seguido por su pequeña dragona.

—Como no estarlo, soñé con esto desde que leí el libro —contesté.

—Lo leímos juntos, ¿recuerdas?

—De hecho yo lo leí casi todo antes de llegar a Texas, solo lo leí en el auto para ver el final.

—Que bien, primero resulta que el libro era verdad y hora, tengo a esta cosa siguiéndome —dijo, sentándose en otro de los sillones, mientras la dragona intentaba subirse.

—No seas cruel con ella, es apenas una bebe —dije apuntando con la vista.

Jay se puso de pie y cambió de lugar cuando la dragona subió, pero ella lo siguió hasta el otro sofá e intentó subir de nuevo.

—Deja que suba contigo. Se nota que le agradas —comenté—, incluso puede que ella te vea como su padre.

—No digas eso —contestó Jay—, tal vez tú hayas enloquecido de remate, pero yo todavía creo que esto es un sueño —lo mismo que creía la abuela en el primer capítulo del libro.

La pequeña subió al sofá, acurrucándose junto a las piernas de Jay, mientras el solo dejaba salir un quejido, por ver que ella no se iba a separar de él.

Jay

Cayó la noche, y tenía demasiado sueño a pesar de haber estado dormido la mayor parte del día, Carly aún estaba jugando con su nueva mascota, y yo solo era perseguido por una muy molesta que no dejaba de seguirme a todas partes; entré en la habitación encendiendo la luz, nuestra ropa estaba regada en la cama, así que la acomodé toda dentro de la maleta salvo por la ropa que habíamos manchado en la mañana. Luego de bajar la maleta de la cama, iba a acostarme, pero la pequeña había subido a la cama cuando estaba de espaldas, lo cual se me hizo muy raro, ya que ella apenas pudo subir al sofá.

—Lo siento... Harriet, pero no puedes estar aquí arriba —dije al tomarla del medio y dejarla en el suelo.

Apagué la luz, mientras Harriet saltaba sobre mi pierna, quería que la cargara pero no lo iba a hacer, sin importar cuanto me rogara ella se iba a quedar en el suelo. Comenzó a hacer unos molestos chillidos al tratar de subir, me estaba molestando tanto, que decidí ponerme mis audífonos, y escuchar música a todo volumen; los tomé de la mesa de noche a un lado de la cama y, dejé de escucharla por unos minutos, sentía la cama moverse con sus intentos de subir pero no iba a ceder. Sus chillidos aumentaron de volumen, y ahora ni siquiera podía escuchar la música.

—Eres un verdadero fastidio —dije al acercarme a la orilla.

Harriet, tenía el ojo violeta de color rojo, y el azul purpura, como si estuviese enojada; la observé por unos segundos mientras agitaba sus pequeñas alas al tratar de subir.

Secreto II: Nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora