CAPÍTULO X: SUEÑOS ALCANZABLES

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Ignacio se encontraba a mi derecha, sentado en uno de los columpios; quiso contener sus lágrimas, pero no lo logró; desahogó todo el sufrimiento que le ocasionó la muerte de su madre. Cada palabra suya me transmitía el dolor que no dejaba de oprimir su corazón y no le permitía dejarla ir. ¿Hice bien en intervenir en sus decisiones? Creo que no había sido lo suficientemente prudente.

—No he querido llorar antes por miedo a que mi padre se diera cuenta y recordara a mamá, he temido que (…)

—¡Llora ahora! — interrumpí a Ignacio —. Las lágrimas que ahora brotan de tus ojos son las que han estado almacenadas todo este tiempo; pero mañana será un nuevo día y te aseguro que ya no sentirás de la misma intensidad el dolor que posees ahora — sonreí sutilmente frente a él.

Sus ojos estaban llorosos luego de haber recordado a su madre. Limpió sus lágrimas y me miró fijamente.

—Gracias Arianne — elevó su mirada hacia el cielo.

Inmediatamente, busque entre mis pertenencias alguna cosa que lograra alegrar a Ignacio.

—Por aquí debe estar — dije impaciente

—¿Qué pasa?

—¡Lo encontré! — esbocé una sonrisa—. Ten, un dulce que te endulzará la vida—abrí su mano y se lo entregué.

Visualizó el caramelo y observé su lúgubre mirada mientras revisaba la envoltura.

—Mamá también me daba un dulce cuando estaba triste — respondió.

iRayos!, que he hecho”, pensé. Quería verlo sonreír; tenía que optar por algún plan en segundos.

—Desde ahora en adelante yo te daré caramelos cada vez que estés triste — toqué su hombro y tenía puesta mi mirada en la suya — ¿Lo recuerdas? Me ayudaste. Gracias. — disminuí mi tono de voz

—Pensé que lo habías olvidado — Ignacio esbozó su primera sonrisa —. Necesitaba este tipo de motivación

Se acercó hacia mí y me abrazó muy fuerte; era nuestro segundo abrazo después de tantos años. Solo tenía la certeza de algo, su tristeza se había reducido, había aflorado todo esos tétricos recuerdos que almacenaba.

Nuestro abrazo duró varios segundos hasta qué él se apartó de mi lado. “Vayamos a casa”, fue lo primero que dijo Ignacio. Había recobrado aquella aura que me transmitía de niña. “Ignacio está de regreso” , cavilé

En el trayecto, no dejamos de hablar de los entrenamientos que tendría al día siguiente; Ignacio estaba sumamente emocionado, no había forma de calmar su euforia. Si él era feliz, yo también lo sería.

—Mi madre estaría feliz de verme jugar de nuevo

—Y lo harás mejor que todos

—Sin Mateo y sin ti no hubiera logrado darme cuenta del miedo que había tenido todos estos años. Pero en especial, gracias a ti por escucharme.

No era necesario decirlo, no comentaría a nadie sobre lo sucedido; sería nuestro secreto.

—Me iré en esa dirección — señaló Ignacio — No vemos

—Cuídate, hasta mañana — me despedí de él.

—No te preocupes, te prometo que volveré a jugar fútbol mejor que antes porque ese era uno de mis sueños — Guiñó el ojo.

¿Tal promesa se volvería realidad? Eso era lo que su objetivo; era lo que anheló de todo corazón. Costaba creer que la vida de una persona de un giro inesperado en tan poco tiempo; él seguía siendo el mismo chico valiente, aún permanecía su esencia

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2017 ⏰

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PROMESAS DEL CORAZÓN: ¿Nos volveremos a encontrar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora