CAPÍTULO III - EL ALIADO

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Las horas transcurrieron deprisa, y los primeros rayos del sol se empezaban a divisar. Este no era un día favorable para mí, puesto que no dormí lo suficiente; producto de ello, me quedé dormida, desperté 7 minutos antes de las 7:00am. ¡Era demasiado tarde!

— Buenos  días Papá.

Ese era uno de esos días en los que mi padre tenía día libre

— ¡ Se me hace tarde! — exclamé.

— Traté de despertarte, pero no respondiste a mis llamadas  — decía mi padre con total serenidad.

— ¡No tendré tiempo para desayunar! , me voy Papá, adiós  — expresaba angustia.

—  ¡Hey! ¿Pero no recuerdas que tenemos auto? Te llevaré ahí.

Era cierto, se me había olvidado por completo que mi padre tenía su coche, donde se movilizaba con facilidad.

—  Cierto — me sonrojé

Por suerte, llegué 5 minutos antes de que Don Panchito cerrara las puertas del colegio.

— Adiós papá, nos vemos más tarde — decía mientras me retiraba el cinturón de seguridad.

— Adiós hija. Ten tu refrigerio, casi lo olvidas.

Mi padre siempre estaba la pendiente de mí.

— Gracias papá  — me despedí  —. Nos vemos más tarde.

Mi padre sacudió su mano de derecha a izquierda una y otra vez; y condujo el auto directo a casa.

¡Se hacía tarde! No había tiempo para quedarse a filosofar sobre los misterios de la vida.

Así empezó la maratón de muchos alumnos por llegar a sus respectivas aulas; los profesores sólo eran condescendientes con los alumnos de primer grado de primaria, porque supuestamente ellos todavía no estaban acostumbrados a ser personas madrugadoras, idea errónea para mí, porque a esa edad, me levantaba tan temprano que era yo la encargada de levantar a mi padre ¡Eh! Recuerdos memorables.

¡Y bien! Llegué al salón de clases. En la parte inferior, se encontraba gran número de mis compañeras, hablando de... ¡No oía bien! Era preciso acercarme un poco más.

Dejé en mi asiento mi mochila; luego, saqué mi cartuchera y el cuaderno de la clase que correspondía; finalmente, me acerqué hacia mi casillero para dejar algunos materiales que me servirían para el año restante, lo que era una buena excusa para escuchar la conversación de las chicas, charla a la que no había sido invitada, por cierto.

—  ¡Está bien Fer! Pasa por mi casa el sábado por la noche  — anunciaba Andrea a Fernanda.

— ¿ Y qué se van a poner chicas? — interrogaba Alejandra a cada una de las chicas.

—  Aún no sé, le pediré a mi mamá que me de dinero para comprar un buen atuendo —  replicaba Andrea.

— Tal vez vaya esta tarde a comprar unos hermosos zapatos y una falda — añadía Clarisse.

— No sé, creo que luciré en vestido coral con brillantes que he tenido guardado en mi armario para una ocasión como esta  — respondía Katherin, la presumida del salón.

—  (...)

Y así, cada una decía que usaría el día de la fiesta de Sebas, pero la mayoría coincidió en que debían lucir un traje nuevo y distinto al de las demás; sin embargo, yo..., yo no sabía que iba a usar en esa noche, no es que me importe, pero para mí lo más cómodo era ir en jeans, una camiseta que sea de mi agrado y zapatillas. Mis ideologías eran diferentes al de las demás. Katherin lo definiría como different style

PROMESAS DEL CORAZÓN: ¿Nos volveremos a encontrar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora