Estoy de pie, desde el punto de partida, donde Ignacio me dijo que yo era la persona más importante para él; lugar en el que me repitió más de una vez que le gustaba, y lo rechacé; aún así me abrazó como si tuviera esa sensación que no nos volveríamos a ver. De alguna manera, él había contribuido en mis decisiones, me ayudó a aclarar mis pensamientos; sobretodo mis sentimientos.
¡Qué paradójico! Tardíamente, ahora era yo la que se sentía enamorada, la que había descubierto a mis dieciséis años tal sentimiento sublime y puro hacia él; pero ya era tarde, él se había dado una oportunidad con Fátima, aquella chica que una vez me advirtió que me diera cuenta de lo que había a mi alrededor antes de que ella me lo arrebatara y yo me lamentara por lo que perdería.
Isabella tuvo razón, fui demasiado despistada, debía haberme fijado más en sus acciones y cada palabra dulce hacia mí. Ella fue la única que se dio cuenta que para Ignacio yo era su centro de atención. ¿Por qué nadie me dijo algo al respecto?; mejor dicho ¿Por qué no quise darme cuenta de lo evidente?
Mis amigos me lo insinuaron, incluso Mateo, él me confesó que estaba enamorado de mí, y que lo cautivó mi propia esencia que era diferente de las otras chicas. Me percaté mucho antes de su confesión que sentía una atracción hacia él, que me encantaba su forma de ser; pero al final, descrubrí que tal afecto no era amor; era solo un gusto que no pasó más allá de eso.
Esto era una lección más en mi corta vida. Ahora sí debía relacionarlo con alguna especie de decepción amorosa; pero gracias a Ignacio logré descifrar la carrera profesional que debía seguir, ya no tenía dudas, sabía que quería estudiar eso aunque me equivocara mil veces; y para eso debía seguir a mi padre en su nueva travesía en la capital. ¿Qué hubiera pensado mi madre? Presiento que ella estaría entusiasmada con mi elección; ¿Por qué no? Ella también lo quería, y me sentía dichosa.
Hoy, Mateo e Ignacio tenían un partido de fútbol, al cual me invitaron y no fui. Dentro de unas horas debía abordar el avión, y abandonar la ciudad en la que viví tantos años. Dejaba gratos y dolorosos recuerdos que dijeron adiós a mi etapa escolar y dieron una silenciosa bienvenida a la etapa universitaria. ¿Hasta cuándo? Desconocía la respuesta; lo único que sabía era que Ignacio era nuevamente feliz.
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PROMESAS DEL CORAZÓN: ¿Nos volveremos a encontrar?
Genç KurguArianne no es la típica adolescente depresiva que quiere suicidarse; ella ha crecido como una estudiante audaz, entusiasta, amigable e inteligente, quien cursa su último año en la escuela y no ha decidido qué carrera deberá estudiar. En su último añ...