Capítulo 7

38 0 2
                                    

– Te encanta fastidiarte la existencia, Leila.

¿Será del todo cierto?

Hey, traje un café negro para ti, ya que no sabía cuál te gustaba, ¿está bien?

– Ese es mi favorito.

– Lo tendré en cuenta, Leila.

Entretanto él colocaba las tazas de café en la pequeña mesa de madera y se sentaba, pude detallarle mucho mejor: esa ligereza y serenidad de su rostro, complementada con aquella mirada sobrecogedora; sus lunares ­– los cuales cubrían la mayor parte de él – y su barba de al menos 3 días, junto con la tranquilidad que proporcionaba su voz .

– Y bien, ¿por qué me invitaste hasta acá?

– Tan sólo deseo conocerte.

– De acuerdo.

...

– Entonces, no sales con nadie ahora, ¿cierto?

– No, Gaston.

– ¿Y sería atrevido de mi parte invitarte a salir más seguido de ahora en adelante?

Sonreí. ¿Desde hace cuánto tiempo no salgo con alguien? – comenta una voz en mi cabeza –.

– No tengo problema con eso, la verdad.

Gaston se queda mirando pensativamente alrededor de la cafetería, en la cual ya entraban los primeros rayos de la luz del atardecer que cubrían casi todo el lugar, dándome para pensar en el tiempo que habíamos pasado hablando.

– ¿Es tarde, no crees?

Él se detiene e inclina la cabeza para mirar su reloj.

– Sí, tienes razón. ¿Te llevo a casa?

– Esta bien.

...

– Y pues quiere salir conmigo más seguido. Eso es todo.

Todos me miraban atentamente. Hubo un silencio largo hasta que Rachell se atrevió a decir palabra alguna.

– ¿Vas a dejarlo como amigo como haces con todos, cierto?

Y el resto del grupo se echó a reír hasta retorcerse en el suelo.

– Eso está por verse.

– No sabe con quién se ha metido – agrega Meghan –.

– Me compadezco de él – replica Sophie –.

– ¡YA BASTA!

– Le deseo suerte, la va a necesitar – comenta Georgia –.

Por supuesto, bromearon ­con eso hasta el anochecer, cuando cada uno tomó rumbo hacia su casa, debido a que mañana era otro día más de clases.

...

A partir de allí, el resto de los días fueron así: en la mañana, estaba en clases; mientras que por las tardes salía a pasear o a beber un café con Gaston; y los fines de semana la pasaba con mis amigos – tanto de la secundaria como los de la primaria –. Y con el pasar de las semanas, se hicieron los meses; en los cuales, no sucedía nada fuera de la rutina, hasta un día en específico – que me tomó por sorpresa ­–.

– Estás de suerte hoy, Leila.

Gaston y yo mirábamos con gran interés el trébol de 4 hojas que estaba en mi café con leche.

– ¿Tú lo crees?

– Sí. Mira esto.

Desliza hacia mí una página que estaba doblada y que parecía contener algo importante.

– ¿Puedo leerla en voz alta?

– Por supuesto.

Te conocí un día de diciembre, impaciente por verte

Cada día que pasa quererte mucho más de lo que lo hago

Simplemente enamorado y llevado a un mundo donde no existe lo malo

¿Te gustan los libros? Pues juntos escribamos nuestra historia de amor

Cada página llena de paz y felicidad que no se compara con este laberinto lleno de malicia que nos impide ver la realidad

Siempre hacemos nuestros planes de un futuro cercano, mientras estás entre mis brazos

Tú y yo solos agarrados de la mano, peleando para ver quién se quiere más pero sabes que siempre voy a ganar, ya que nunca encontraras a alguien que te ame más

Y sí, vienes siendo mucho más que una persona especial

Nuestras fechas van sucesivamente así como nuestro amor

Mientras estoy inquieto porque siento que ya conquisté tu corazón

Voy a amarte eternamente y si no es así prometo cambiarme de nombre antes de eso

Gaston Shepard

  –  ¿Qué te parece?

– Gaston, yo...

– ¿Quieres ser mi novia, Leila?

– ¿En serio?

– Sí.

¿QUÉ?

  ­– Oh, per...

– ¿Eso es un no?

Y es precisamente ahora en que no sé qué decir. ¿No es muy apresurado?

– No es un no, pero... ¿Crees que va a funcionar?

– Yo haré que funcione, ¿entendido?

– Entonces es un sí.

– Leila...

Sí, aquí es cuando comienza todo.

La vida aparentemente ordinaria de Leila PaxtonWhere stories live. Discover now