Capítulo 10

22 0 0
                                    

No hace falta razonar mucho para saber que la mayoría de los adolescentes tienen problemas en su hogar; sin embargo, la diferencia está en qué no todos tenemos los mismos, y más en mi caso, el cual es tan diferente del resto. Con esto no pretendo decir que los conflictos de los demás jóvenes son mínimos con respecto a los míos, ya que todos lidiamos con ellos – siendo difíciles o cuando no lo sean tanto – de forma distinta.

Cuando tienes un hermano autista en casa, es como tener un hijo siendo tan joven; a veces te toca asumir ciertas responsabilidades cuyas cuales, las personas creerán que no te corresponden; pero, sin ánimos de ofender a nadie, ¿qué saben ellos lo que es eso? De cierta manera, a veces a los demás les cuesta colocarse en la misma situación que uno. Aun así, no los culpo.

Y lo que dije anteriormente, me formula otrapregunta, que pienso de manera frecuente: ¿qué tan difícil es encontrar un apoyo incondicional? No cualquiera está dispuesto a quedarse para luchar a nuestro lado; a pesar de ser tan muchacha, respondí esa pregunta. Viendo los ojos de las personas que ya no están y prometieron permanecer junto a mí.

Por supuesto, nada de lo que sucedía en mi casa impedía que tuviera la típica adolescencia que tienen todos; experimenté los mismos cambios, mantuve amistad con gente que empezó a ausentarse  apenas me gradué, sentí el dolor de ver partir a seres queridos, comprendí el valor de ganarse el dinero con esfuerzo propio, además de una cosa muy sabia e importante: el tiempo es tan sólo arena entre los dedos.

...

¿Puedes decirme por qué intentaste hacer eso?

No... no lo sé, realmente.

El psicólogo mira de forma impaciente, y anota un par de cosas en su libreta.

Yo sí lo sé, mi niña.

¿C-CÓMO PODRÍA SABERLO?


Es un nuevo día, y puedo escuchar el griterío en la cocina. ¿Qué está sucediendo?

Me dirijo rápidamente hacia donde proviene la discusión, y en el camino me tropiezo con la cara de mi madre.

– Oh, ya despertaste. ¿Vas a desayunar?

– Sí, mamá. ¿Por qué tanto ruido?

– Pues se están mudando unos vecinos nuevos, es todo.

Recorro la cocina, sirvo mi plato y desayuno con rapidez; aunque ya son vacaciones – y acabo de pasar a tercer año de secundaria – el día está helado, dando aviso de que el invierno está por llegar, y no tengo nada por hacer, más que trabajar – mañana y tarde – y entrenar en el tiempo restante.

Liam está durmiendo plácidamente, mientras que mi padre Louis está concentrado en su carro; mi madre Macy se ocupa de tirar la ropa a la lavadora minutos antes de ir a abrir el negocio familiar. La rutina normal, pienso distraídamente.

– ¿Qué harás hoy, hija?

– ¿Por qué lo preguntas? Trabajar, como todos los días.

– Pues la madre de Gale me avisó que su hija vendría a visitarte.

– Oh, demonios.

¿Desde cuándo no veo a Gale? Apenas se hizo novia de Allan, desapareció del mapa. Ciertamente, su relación era del todo menos saludable: ya se habían dejado al menos unas tres veces en todo este año; ¿acaso es posible vivir bien así? No obstante, no es mi asunto, aunque sea una de mis mejores amigas.

...

– ¡LEILA!

Pasadas las 11 de la mañana, Gale llegó a mi casa. Arreglada y con el cabello muy bien peinado, entra con paso firme a la sala de estar; que raro es eso en ella, la verdad.

– ¿Allan te ha cambiado, no?

– Ay, ni me lo nombres.

Aquí vamos de nuevo.

– ¿Otra vez se dejaron?

– Esta vez es definitiva, Leila. Te lo juro.

– Espero que sí. No esperaba tu visita.

– ¿Es obvio, no? Te extrañaba, querida. Han pasado ya varios meses, y tenía que visitarte como siempre hago.

– Está bien.

– ¿Salimos el sábado? No tengo nada que hacer.

– Ehm, no puedo. Saldré con Sheila y algunos amigos de ella.

La semana anterior, Sheila me comentó que Allan vendría desde Alabama9, y como él nos conoce a todas – en especial, a Sheila y a mí – quería vernos este sábado en el centro comercial Northpark10 y de ahí ver una película.

– Oh, tranquila. Saldremos otro día, será. Ahora, cuéntame, ¿con cuánto pasaste a tercer año?

...

El sábado llegó; me visto rápidamente, ya son más de las 2 de la tarde y acabo de llegar del salón de belleza.

Cuando llego al centro comercial – esta vez, Sheila no pudo traerme – y pasear por todo el lugar, noto que un chico pálido y de cabellos oscuros me mira fijamente – como si nos conociéramos de algún lugar – y resuelvo por quedarme esperando en las sillas de la entrada del cine. En menos de media hora, llega Sheila y casi muero del susto cuando a su lado viene el mismo chico que había visto hacía unos minutos. Yo, ni corta ni perezosa, fui directa al grano.

– Hola Sheila. ¿Quién es él?

El chico me mira, y veo un rastro de una pequeña sonrisa. ¿Qué es tan gracioso?

– Lei, ¿no sabes quién es él? Es Allan Cameron, el ex novio de Gale.

¡¿QUÉ DEMONIOS?!

– Imposible. ¿Me estás jodiendo? – miré a Sheila con los ojos entrecerrados –.

– No, para nada. Mucho gusto, Leila.

La voz de Allan es ronca y espaciada, a la par con su mirada sombría y ropa con la cual no parecía estar del todo cómodo.

– Igualmente, Allan.

Si alguien me hubiera dicho antes lo que significaría este hombre para mí, muchas cosas se hubieran evitado... Pero, ¿pensarían que algo saldría mal de un chico que parecía ser normal?

No, no lo hubieran pensado. Como yo lo pensé. Craso error.


9 Estado de Alabama, ubicada al este de Mississippi.

10 Centro comercial Northpark , ubicada entre las avenidas Jefferson y Lawrence, en el centro de Mississippi.

La vida aparentemente ordinaria de Leila PaxtonWhere stories live. Discover now