Capítulo XVI

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 El asiento del copiloto quedó hecho un asqueroso desastre. La sangre de Kayley escurrió por su cuello cuando saqué el cuchillo de la herida que había abierto. Ella ni siquiera pudo gritar así que no logré el efecto deseado. Por otro lado, era bastante bueno que no emitiera ningún sonido para que no llamara la atención de los indiscretos mirones que habrían llegado corriendo y empuñando sus celulares en alto para grabar lo que estaba aconteciendo y luego publicarlo en internet. Fue como si me hubiera perdido en mí misma.

Cuando recobré el sentido, ya estaba cortando la mano izquierda de Kayley con el cuchillo, su mano derecha descansaba sobre su regazo y estaba ya totalmente seccionada de su cuerpo. Al terminar con su mano izquierda, la dejé junto a la otra y me enfurecí al no haber llevado conmigo el hilo negro y la aguja para coserlas de vuelta. También saqué sus ojos de las cuencas que ahora estaban vacías, sus ojos descansaban también sobre su regazo. Mis manos volvían a moverse con soltura gracias a la endorfina, la muerte de Kayley no fue parte del plan original pero igualmente me había funcionado.

Para asegurarme de que estaba realmente muerta también la apuñalé en el estómago y un par de veces en el corazón, el asiento del auto quedó cubierto de sangre. Me estiré para abrir la puerta y empujé el cuerpo de Kayley para dejarla caer sobre la acera con sus manos y sus globos oculares.

Pisé el acelerador y me alejé a toda velocidad.

Conduje de vuelta por Baltimore Ave, sintiéndome eufórica y riendo a carcajadas. Lo que le hice a Kayley fue tan estimulante que me hizo sentir tan bien. Tan viva. Aunque no era siquiera comparable a lo ocurrido con Daphne.

Miré el asiento del copiloto bañado en sangre y vi que ahí estaba olvidado el teléfono celular de Kayley. Me detuve en seco cuando remontaba Alice Street. Tomé el teléfono celular de Kayley y pasé mi dedo por la pantalla táctil intentando buscar algo de interés. Lo único que encontré fue un mensaje de texto que iba de parte de Cyril.

Sé amable con esa lunática, Daphne la quiere demasiado.

Tengo que irme, veré una película en casa.

Besos.

Recuerdo que no me sorprendió en absoluto que Cyril y Kayley tuvieran una buena relación, aunque sí resultó un poco extraño cuando los rostros de los cuatro restantes aparecieron en mi cabeza. De pronto me sentí estúpida y sólo me preguntaba: ¿Por qué me decidí a asesinar a una persona que nunca tuvo nada que ver conmigo? Tuve que recordarme el parentesco de Kayley Wayne con Daphne para convencerme de que había hecho lo correcto. Había cometido dos asesinatos ya y necesitaba concluir cuanto antes mi trabajo.

Cyril, Christopher, Alex y Jollie eran los que faltaban. Tomé el teléfono de Daphne que llevaba oculto bajo mi vestido y tuve que sacarme los guantes para utilizarlo.

Miré la hora.

Era casi la media noche.

Me propuse que para el amanecer estaría ya en la carretera dirigiéndome a un sitio lejos de Georgia. Lejos de California. Un lugar donde pudiera empezar de nuevo y llevar una nueva vida.

Ir a prisión bajo el cargo de asesinato múltiple no formaba parte de mis planes.

Pisé el acelerador al mismo tiempo que lanzaba el teléfono de Kayley por la ventanilla del auto. Seguí avanzando y tomé el rumbo para dirigirme a la casa de Cyril.

Ella sería la siguiente.

Mientras avanzaba por Tebeau Street, fui golpeada fuertemente por otro recuerdo enterrado en lo más recóndito de mi memoria.

La ViolinistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora