Christopher Bean vivía en una pequeña casa ubicada en Eads Street. Vi el auto de sus padres aparcado en la acera y supe que no sería fácil entrar sin ser vista. Las luces estaban apagadas y no había una sola alma en la calle.
Era el momento de usar nuevamente a Daphne.
Tomé el teléfono que descansaba sobre el asiento del copiloto y busqué su número en la agenda telefónica. Mi plan era convencerlo para que saliera de la casa. Entonces lo llevaría lejos para matarlo de la misma forma que había hecho con Kayley. Me propuse asesinarlo en menos de media hora para no perder más tiempo. Así que tomé un profundo respiro y pulsé el botón para hacer la llamada.
Él me respondió al tercer tono.
—¿Qué? —dijo adormilado.
Lo imaginé con los ojos cerrados, sin intenciones de despertar completamente.
—¿Te desperté?
Mi desquiciada risa escapó entonces y pensé que un escalofrío estaba recorriendo la espalda de Christopher en ese momento.
Se hizo el silencio en la línea y pude adivinar que se había quedado pasmado al escucharme. Mi sonrisa creció.
—¿Anna? ¿Por qué usas el teléfono de Daphne? ¿Dónde estás? ¿Dónde está ella?
Pude escuchar que se había desperezado de golpe
—Si quieres saberlo, tendrás que venir conmigo. Estoy afuera de tu casa. Sal ahora si no quieres que entre por ti.
Debí terminar la llamada en ese momento, pero Christopher no tomó en serio mi amenaza. Escuché ruidos al otro lado de la línea. Christopher debía estarse levantando de la cama. Vi entonces encenderse una luz dentro de la casa y el rostro de Christopher se asomó por una de las ventanas, por un hueco entre las cortinas.
—No voy a salir contigo, Anna. Ahora vete. Tu broma no es para nada graciosa.
¿Acaso no se daba cuenta de con quién estaba tratando? Lo fulminé con la mirada desde el asiento del auto, aunque sabía que él no podía verme bien.
—Si no sales por tu propia cuenta, entraré por ti y me encargaré también de tus padres.
El señor y la señora Bean no formaban parte de mis planes. Ellos no tenían la culpa de tener un hijo malnacido como Christopher.
Para su mala suerte, no me importaría atacarlos si acaso se atravesaban en mi camino.
Cortar la garganta de ambos no me tomaría más de dos minutos, para luego perseguir a Christopher hasta poder hundir mi cuchillo en su corazón.
—Bien, saldré. Pero más vale que no intentes nada o llamaré a la policía.
Aunque lo hiciera, no iba a permitir que me llevaran a prisión.
Inculparía a Christopher de ser necesario.
Esperé cinco interminables minutos, hasta que lo vi salir por la puerta principal de su casa. Iba subiendo la cremallera de una cazadora negra. Me pareció de lo más indicado que hubiera elegido al azar aquellas ropas para el día de su muerte. Tomé las tijeras con una mano y nuevamente mis dedos comenzaron a ponerse rígidos.
El dolor me hizo sentir viva.
Christopher se acercó a la ventanilla del auto y me miró con desdén. Se horrorizó al ver el asiento manchado de sangre y los cuchillos que viajaban conmigo. Retrocedió un paso y vi sus intenciones de echar a correr para volver a casa y llamar a la policía, así que tomé su mano derecha y lo tiré de ella para acercarlo de vuelta al vehículo y así evitar que se fuera.
Me miró aterrado.
Él sabía bien lo que le esperaba.
—Sube al auto si no quieres que entre a cortar el cuello de tus padres.
Christopher asintió con la cabeza y rodeó el vehículo para montarse, muy a su pesar, en el lado del copiloto. Tomé los cuchillos y los lancé al asiento trasero antes de que él los utilizara en mi contra. Lo vi hacer una mueca de asco cuando sintió su cuerpo tocar la sangre fresca que cubría el asiento y esbocé una sonrisa. No era la tortura que hubiera preferido para aplicarle, pero podía funcionar
Puse en marcha el vehículo.
Christopher estaba totalmente aterrado.
Lo vi temblar en su asiento.
—Sea lo que sea, sabes que yo no lo hice —dijo balbuceando.
Es lo más típico suplicarle al asesino que te libere.
Decirle que está equivocado y no eres la persona que estaba buscando, que lamentas haber hecho lo que fuera que hubiese detonado su ira.
Lamentablemente para Christopher, él era quien yo estaba buscando y él había detonado mi furia. No estaría en esa posición si jamás me hubiera presentado a sus amigos. Si jamás lo hubiera conocido. Si jamás hubiera jugado con mis sentimientos. Si jamás me hubiera orillado a estar en esa carretera el día del accidente.
Clavé las tijeras en su rodilla izquierda sin parar de conducir. El gritó con fuerza e intentó sacarlas de la herida. Yo pisé el acelerador sin dejar de buscar con la mirada un sitio tranquilo y desolado, para detenerme y acabar con él.
Fue entonces que pensé en ese lote baldío ubicado junto a la casa de Alex Byron y conduje hasta ahí.
Mataría a dos pájaros de un tiro.
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La Violinista
Mystery / ThrillerAnnaliesse Winthord es una talentosa violinista que pierde la movilidad de su manos tras un terrible accidente. Un viaje con su mejor amiga, Daphne Wayne, se convierte en su oportunidad de empezar desde cero en Santa Barbara, California. Sin embargo...