Miras.

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Miras desde la ventana, como el patio que alguna vez salpicaba de colores, hoy se ve gris.

Miras como la casa que alguna vez contuvo vuestras risas y gritos, hoy se encuentra callada, mientras que lo único que se escucha son los murmullos de los adultos.

Él se encuentra a tu lado, callado y distante. Y ella lejos, cansada y amargada. Te preguntas cómo los años los habían convertido en lo que son: tan fríos, tan inmaduros, tan tontos. Tú no te excluyes, porque sabes que eres fría, inmadura y tonta, por no atreverte a hablarles.

Miras la habitación en la que solían jugar. Y recuerdas la primera vez en la que ellos comenzaron a alejarse, como se aleja un salmón del mar, sólo que esta vez, ellos no volverán del río.

Miras hacia atrás, cuando él bromeó sobre que ese iba a ser el último juego que iban a compartir.


Como quisieras ahora, decirle que tenía razón.

Odias las reuniones familiares, porque crees que tal vez se te acerquen y comienzen a hablarte. Pero ella siempre duerme, y él solo se mantiene callado. Mientras que tú tratas de buscar el valor, para acercarte.

Recuerdas esos momentos en los que ellos solían celarte, por ser la menor. Mientras que tu te afligías, porque no sabías porque te apartaban.


Recuerdas esos días en los que él solía vestirse de Spider-man y solían jugar a los superhéroes. Mientras que ahora él juega a los superhéroes, pero no contigo.

Comienzas a darte cuenta, que preferías los tiempos en los que ellos te celaban, porque al menos te tenían en cuenta. No como ahora, que parecen pasar de ti.

Cuando eras pequeña, prometiste que no ibas a mantener distancia con tu familia, como la ha hecho tu madre. Pero ahora no estás segura, porque a pesar de estar tan cerca, parecen alejarse con cada día que pasa. Cada vez más, y más.

Luego recuerdas que no todo es tristeza. Recuerdas que hay más personas en tu vida que te aprecian. Que no te ignoran. Que apesar de estar a 1196 kilómetros de ti, parecen estar a tu lado, protegiendote.


Aunque no es lo mismo. No es lo mismo.

Finalmente comprendes, que jamás vas a volver a sentir lo mismo; los tres tomaron caminos diferentes—uno más oscuro que el otro—, pero de eso se trata crecer, ¿no? Tomar nuevas rutas, cambiar ciertos pensamientos. Alejarse de ciertas personas. Y eso está bien. A pesar de que te duela.

Y fianalmente, terminas este extraño poema-no-poema, mirando por la ventana, la sombra de esos niños jugando en esa calesita del jardín.

Miras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora