2.- Bailando con los nervios

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Haber acabado como lo hice me llenó de algunas dudas... si, solamente dudas, nada de culpas ni de deseos de represión. Me había gustado lo que había pasado y, de hecho, me arrepentía de cierta forma que no haya ido más allá. El punto es que las dudas que me atormentaban en ese momento tenían más que ver con cómo lograría conocer a alguien que con el hecho de tener que ir a bañarme y limpiar mi reguero.

Pensé entonces en aquellos juegos del colegio con mis amigos héteros. Si tan sólo ellos me ayudaran. Uno ya como que sospechaba y otro se veía interesado. Pero ahí sí que sentía miedo. Supongo que mi Oasis (así llamaré a quien me despertó al morbo) era algo distinto puesto que a él no lo conocía. Sentir el rechazo o la divulgación de mis amigos era otro tema. Por suerte, el destino me echó una manito. Uno me pidió ayuda para enseñarlo a bailar... Sí, yo también pensé que eso era raro, pero no me negué. Ya me endurecía nada más pensarlo.

No daré tantas vueltas, de solo pensar en él me enciendo. Quería manipular la situación a mi favor. Quién lo diría... fue tan manipulable. El hecho es que llegamos de clases a casa de mi amigo con quien fui al centro comercial el día anterior. Estando allí nos pusimos a bailar en la terraza, y el quiso que fuera salsa lenta. Ahí mismo lo tomé de la cintura, y ya estaba erecto. Él se debió dar cuenta, y siguió. El interés, supuse. Le dije que me tomara de la cadera, que se acercara a mí. Jugué al espejo, pidiéndole que hiciera lo que yo le hacía. Mis manos se fueron de su cuello por su espalda hasta sus nalgas brevemente. El obedientemente lo hizo y temblé.

Le dije que me disculpara que mejor seguíamos luego... él no quiso. A veces no entendía y de hecho no entiendo aún... En fin, con más determinación me tomó nuevamente por las nalgas y rectificó a la cadera. Me pidió disculpas y yo lo único que pude hacer fue sonreír. Bailamos, simplemente bailamos. El detalle estuvo en que fue sin música. No me di cuenta sino hasta el rato de estar así junto a él. Él es fornido, juega fútbol, y sé que hoy en día hace deportes todavía. Ese día sudaba, y sus gotas de sudor me bañaron el cuello. Me separé y vi que no lo tenía tan erecto como yo, pero se lo sentí engordando. Eso me encantó. Me vi, me vio. Le dije que mejor nos íbamos. Me sentí tan estúpido. Estaba totalmente lubricado, mi bóxer olía a semen. No podía evitarlo, mi razón parecía estremecer a mi lívido, porque cada vez que temblaba era que reaccionaba y trataba de actuar normal. Él simplemente accedió y nos fuimos.

Estando sólo en mi habitación me hice la paja pertinente a la ocasión. Rozaba mi cadera con mi brazo imaginando que era su cuerpo. Frotaba mi pene contra mi muñeca a modo de descuido, imaginaba su comportamiento, me regocijaba en el olor que me quedó impregnado... Era exquisito, luego me dejé llevar, y me masturbé con energía. Imaginaba que de pronto me levantaba la camisa y desde mi nuca llegaba a mi coxis con la punta de su dedo mientras rozaba sus labios contra los míos sin terminar de concretar ese beso que tanto deseaba. La liga de mi mono deportivo se estiraba para que su mano tomara mis nalgas, yo ahí no resistí mucho y me adentré en su pantalón. Logré sacarlo y olerlo.

Es que creo que a partir de ahí, de su olor, me marqué. Me encanta el olor a hombre, me encanta oler todo el cuerpo. En mi mente, no dejaba de registrar su aroma. Sentía un calor en mi piel y me imaginaba que era la suya contra la mía. En una de esas, simplemente él decidió masturbarse frente a mí. De ahí en adelante sólo puedo recordar cuando me vine en un orgasmo que me hizo temblar desde la nuca hasta el escroto y me daba unas cosquillas exquisitas a lo largo de mi cuerpo. En ese momento me dije que debía llegar a un mayor contacto. Pero el impertinente raciocinio me despertaba de mi letargo. ¿Sería juzgado o rechazado por ellos? Mejor (tontamente) decidí convertirlo en algo platónico, aunque no fue lo único que pasó.

Al día siguiente nos dieron las pruebas de un tema muy difícil de física que habíamos tomado la semana anterior, y vaya sorpresa, él aplazó y debía recuperar la nota. Me ofrecí, aunque yo no tenía ganas de enseñarle, y sé que él tampoco. El punto fue que hasta ese día llegaría mi aventura, por así decirle, con él. Ese día me imagino que reculó. Todo fue rápido, desde la clase hasta el desenlace. Yo coloqué la silla junto a la mesa de la computadora mientras él se sentó en el borde de la cama, me senté frente a él y le toque la pierna y subí descaradamente hasta sus bolas, y aún no entiendo por qué se acostó en vez de detenerme. Me senté a su lado, me vio, le dije "¿Y ahora?" a lo que me dijo que no sabía si quería seguir... le tomé el pene, el se respingó un poco y fue ahí cuando llamó su mamá que lo fue a buscar diciendo que ya estaba afuera.

Se despidió con un abrazo y una erección. Tampoco es que quedó odiándome después de todo. En el colegio se jugaba conmigo, pero ya no volvió a las clases particulares conmigo, ni de física ni de baile.

OrestesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora