Pasaron los días y todo iba como si nada. Creo que empecé a darme cuenta de que una cosa es amor de verdad, el amor intenso que describen en las grandes historias, pues de amor, y otra muy distinta la atracción o el cariño o la amistad. Sin embargo, tenía muy en claro que Raúl me excitaba. No se si se habrá dado cuenta de que robé un boxer suyo de la cesta de la ropa sucia para olerlo cuando y cuanto quisiera en mi casa. Solo tenía que asegurarme de que no me descubriera con éste cuando él fuera a mi casa. En el transcurso de los días me masturbaba frecuentemente recordando esa noche, y el pequeño desliz que tuvo mi amigo al experimentar y confundir el gran cariño que me tenía con algo más. Igual y me sentía un poco culpable después de las pajas, pero su olor me hacía sobreponer de ello.
Eduardo, siguió como siempre. Fastidioso, impertinente, pero increíblemente sexy con toda la seguridad en sí mismo que me gustaba tanto. Él debía saber del efecto que tenía sobre mí porque seguí jugando a rozar mis nalgas entre clases, o en las clases de inglés y castellano que le daba. Pero tengo que reconocer que era difícil hacerlo con su pene en mi boca, por lo que establecimos un horario. Clase por 40 minutos, descanso de 15 minutos y una clase más de 40 minutos. Ya se imaginarán las pajas que le hacía con mis manos, boca y hasta nalgas.
Esto era divertido, pero no me imaginaba siendo penetrado por Edu, sinceramente. Después de haber comido el miembro de Raúl, adivinar el paquete en Ángel, e incluso mi estudiante desertor o mi Oasis-- ¡Dios! Mi Oasis... tenía días sin pensar en él. Ni la más remota idea de como encontrarlo a él y a sus increíblemente excitantes piernas. Obvio que ante la memoria de aquel pene en pleno uso de sus facultades "erectivas" era poco creíble la idea de un Eduardo haciéndome suyo.
Yo trataba de calmarme un poco, me repetía constantemente que tenía que contener las inmensas ganas que tenía de jugar y ser juguete. Me dediqué a ver más pornografía, me propuse leer sobre el tema. Fue así como me dí cuenta de que me gustaba la idea de un tipo fuerte, grande, y si era moreno, mejor. Desde ese entonces, mis preferencias de pornografía no cambiaban de morenos sobre blancos, el obrero contra el jefe, el negro de la herramienta enorme que ninguno de los dos acompañantes soportaba. Y así fui tocando mi cuerpo a mayor escala, recordando antiguos juegos que había olvidado casi por completo. Juegos donde me restregaba contra algunas cosas y sentía un cosquilleo agradable mientras rodeaba la punta de mi pene en un movimiento vibrante. Introduje mis dedos con mayor frecuencia semanalmente, y me fui dando cuenta de cuales eran las partes donde más me gustaba posar mi mano libre mientras subía y bajaba mi pene al ver las películas cortas.
Descubrí a los vecinos cercanos, descubrí que se veían muy bien al bajar las escaleras de su casa sin nada que cubriera sus torsos. Y fue así como pensé que tenían cierta semejanza con mi Oasis. La contextura del menor era muy parecida a la suya. Así que a sus expensas le dedicaba más pajas a mi Oasis, deseando, reimaginando, completando lo que no pudo pasar ese día en el baño del centro comercial.
Si tan sólo pudiera verlo en la calle... Si pudiera verlo y seguirlo y hacerlo abordarme.--
"Ufff"- solté despacito al acabar por tercera vez ese día. Esta vez me metí dos de mis dedos en el ano para estimularme como lo hacía Edu, que dicho fuera de paso, me tenía un poco abandonado. Ya pensaría en como lograr un poco más de atención de su parte. El hecho es que mi Oasis seguía desparecido, mi pene irritado, y mi vecino me traía loco con el parecido que le ví. Y con el palpitar de mi culito en mis dedos me dije a mi mismo "aquí vamos de nuevo..."
Buscando a mi Oasis una vez más, llegué a la zona de Centros Comerciales de la ciudad. Empecé por el primero, buscando no solo en los baños, sino en las vitrinas de las tiendas del lugar. Pensando que tal vez trabajaría por allí. No puedo sino decir que no fue así, que no lo encontré. Por lo que me fui a otro centro comercial cercano y dando vueltas sin rumbo fijo, me fijaba en los hombres tan apuestos que pasaban. Me imaginaba cosas, unía las que veía, de las que leía y las tres pobres tonterías que había hecho.
Si, ahora me parecían tontas pues no aguantaba las ganas de más. Sin darme cuenta tuve que soltar mi franela en la parte delantera pues en el aquel entonces mis pantalones eran más ajustados que los de ahora, y no podía dejar tan campante mi erección. Caminé y entré a un baño donde sin querer vi a un chico que parecía nervioso, más que todo por su temblor. Me detuve a observarlo y sentí una punzada en mi pene como indicando que había hallado un buen lugar. Por lo que me dirigí al lado opuesto a la puerta y comencé a orinar. O al menos eso intentaba, la verdad es que no podía. Así que sin mucha razón, ni mucho autocontrol que me frenaran, sentí un temblor con escalofríos en mi columna y me solté. Con el pene afuera entré a un cubículo y le dí un gran espectáculo de masturbación a ese chico. Combiné todo lo que había aprendido recientemente en la soledad de mi cuarto y decidí dejarme ver.
Sentí como mis manos, por su propia voluntad, recorrían mi muslo y se metían entre mis nalgas. La derecha retomó mi pene, y la izquierda acariciaba mi culito de forma aparentemente tímida. El muchacho ya se había volteado por completo y me mostraba un abdomen plano, sin estar marcado y un fino hilo de vellos que llegaba a su no tan poblado pubis. Era muy blanco ese muchacho, y se notaba un cuello enrojecido y unas manos muy blancas a raíz de la presión que ejercía sobre el borde de su pantalón y su pene. Me metí el dedo y lo dejé ver, dejé que pensara que era su pene entrando en mi ano, dejé que se imaginara cómo tomaba mi piel y me obligaba a hundirme más en él... De ahí al momento en que acabé, no se cuánto pasó, pero fue divertido y explosivo, ver mi leche caer al suelo y el haciendo lo mismo desde su lado.
Me volteé para acomodarme, y limpiarme un poco. Mi pene fue descendiendo de sus calientes alturas y salí. Lo vi de espaldas a mí, con un lindo culito marcado en su pantalón. Se lavaba las manos, me guiñó un ojo y salió.
En ese momento descubrí que en los baños pasaban cosas sin uno pensarlas. Me agradecí el haber dado una buena función y salí mucho más relajado, aunque con el sinsabor de boca por no haber encontrado a mi Oasis en aquel lugar.
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Orestes
Roman d'amourUn chico que descubre sus sensaciones y se va probando a sí mismo hasta donde puede llegar en el mundo del placer