Para mi fortuna, y la desdicha de Raúl, Daniela no cedió en esa oportunidad. Al final de cuentas le surgió un fulano imprevisto con sus amigas y lo dejó vestido y muy alborotado. Sin embargo, nosotros seguimos en lo nuestro, videojuegos, tv y charlas... interminables charlas que sencillamente me hacían delirar viendo lo hermoso que él era y de lo mucho que moría por besarlo.
Las bromas, el chalequeo, o como ahora lo llaman, bullying, no nos faltaban a Raúl y a mí. En serio, nunca. Siempre pensé que en algún momento él se molestaría con los demás del grupo, o pensaría que en verdad parecíamos marido y mujer... pero nunca pasó. Ya para qué negarlo, lo amaba. Pero a pesar de amarlo con locura, con todo y las ganas que tenía de ser suyo, no me importaba si solamente me pedía que me fuera con él para no estar sólo.
Siempre era en su casa que nos quedábamos, y para mi mejor. El día que pensé "ahora si me dirá que pasamos mucho tiempo juntos y que deje la ladilla" fue el día de aquella fiesta diurna en un sitio muy feo y peligroso. Una vez más me equivocaría con él. Si que se molestó, pero no conmigo sino con nuestros amigos por la burla. Nos decían cosas como que éramos muy inocentes, o que tal vez nos creíamos más que los demás, entre otras cosas mucho más hirientes. Raúl tomó su bolso y me dijo que nos fuéramos. No fue una pregunta, no consultó si yo al menos quería irme con él, simplemente me dijo- me ordenó- que nos fuéramos juntos.
Ya en su casa, le pregunté que por qué no se fue con ellos y me dijo que ellos no eran amigos ni de ellos mismos y que prefería estar conmigo oyendo en aquel entonces el Reggaetón de moda, aunque de vez en cuando me permitiera oír algo más de mi agrado.
Él, no sé si con todo el mundo o solamente conmigo, tenía el hábito de abrirse el pantalón cuando llegábamos. Nunca me cansaré de repetirme que fui un estúpido. Si hubiese tenido la quinta parte de malicia de hoy en día... En fin, ese era día de interior (brief) azul –mi favorito. Creo que por su parte, siempre supo que yo estaba atraído por él y remarcaba su virilidad ante mí tocando su pene de vez en vez para tenerlo siempre al pelo, lo cual me fascinaba. O tal vez era simplemente uno de sus tantos otros movimientos involuntarios, o quizás una etapa más del desarrollo y de ser hombres. En realidad, poco pensamiento le daba, o al menos no le demostraba mayor interés (aunque fuera yo quien quisiera tocarlo y acomodarlo cada vez que lo hacía) no fuera que se incomodara y dejara de hacerlo.
No. Nada pasaba, y yo era feliz de estar en su cama (no se la daba a nadie, solo a mí)... No miento. En eso estamos cuando suena el timbre y él sale... recuerdo la cara que hizo, siempre con sus tics nerviosos... Era la tal Daniela. Me arreglé para irme mientras ellos en el porche hablaban... entonces entró y, con cara de lujuria, me dijo que no saliera. Me dio mucha rabia, celos, ansiedad. Al ratico entra con mala cara y pensando que estaba apresurándome para que me fuera le digo "Ya marico, ya me voy" y me dijo que más bien me llevaba a la casa a buscar ropa porque me quedaba con él.
Mi sorpresa era inigualable. Bajando a mi casa me dijo que "Daniela" (para omitir su verdadera expresión) le vio cara de muchachito y ella solo quería calentarlo pero no usarlo. Me dijo que cuando entró era para ver si la hacía mamarlo, pero que tampoco a eso accedió y remató diciendo "Mira como me dejó de prensao" y yo muriéndome ante tal campaña de batalla, pensando en los mil movimientos que podría hacer yo bajo esa tienda...
Volvimos, comimos pizza, no bebimos nada, y empezamos a jugar... Se quitó la ropa y quedó sólo con el brief... Yo dormí en monito nada más. Si, dormí. Pero con la mano bien encima de su paquete. Mis sueños fueron tan espectaculares... soñé que hice lo que la otra no pudo o no quiso, soñé que lo agarraba y él se dejaba. En mi sueño me preguntaba que por qué hacía eso, y yo solamente le confesaba las ganas enormes que tenía de ser suyo. De cómo olía su ropa cuando la dejaba en mi casa, de cómo era feliz estando con él. Y sin más, me besaba, me decía que sentía miedo, que no lo engañara ni le dijera a nadie. Y me hizo suyo... o al menos, eso soñé. Si, para ser húmedo, tuvo excesivos matices rosas. Pero estaba enamorado de él. Es decir, ni mis ardientes partes engañaban a mi cerebro o a mi corazón, ni siquiera durmiendo.
Amanecí bien prensado, durito... y retiré la mano de su entrepierna por si se despertaba... me dormí otra vez, pero temblando del frío... en eso me despertó y me dijo "Marico, ¿estás despierto?" y yo tirité un "si" que él respondió levantando la sábana y me dijo "Bien, ven y arrópate y así ves esto que tengo aquí que me incomoda". Automáticamente bajé la mirada, y salía por un lado su hermoso pene de la liga del interior. Y me dijo "Ehhh, ahí no, es aquí... ese está bien despierto, pero quiero que te acerques y me digas que ves". Resultó ser algo en su ojo, una inflamación en el párpado que me hizo acercarme mucho hasta casi besarlo. Pero me detuve.
"YAAAA" grité en mis pensamientos, era la última que le pasaba a mi seriedad. Él sólo se reía y se volteó me dijo "duerme de nuevo" y así estuvimos hasta las dos de la tarde. Sin embargo, sentí como en una de esas se pegó tanto a mí que sentí lo que había visto primero tanteando mis nalgas... lo escuché resoplar dándome una palmada y me dijo, o más para sí que para mi un "te quiero, marico" que aún llevo guardado en mi corazón.
Sé bien que no hay mucho sexual en este acontecimiento, pero si hablaré de mis experiencias, no puedo, bajo ningún concepto olvidarme de Raúl y las innumerables veces que me di duro en mi güebo pensando en él y sus tics nerviosos.
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Orestes
Roman d'amourUn chico que descubre sus sensaciones y se va probando a sí mismo hasta donde puede llegar en el mundo del placer