Capítulo 3

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Azoté la puerta tan fuerte, que temí haberla quebrado. Por suerte, no fue así. Menudo susto que me pegó.

Expulsé todo el aire que contenía en los pulmones y giré sobre mis talones, para encontrar a mamá viéndome demandantemente. Su ceño estaba fruncido y yo en problemas.

—¿Qué horas son estas de llegar, Dipper? —preguntó una vez que mis ojos encontraron los de ella.
¿Por qué siempre eran tan intensos?

Tragué grueso y me dispuse a hablar.

—¿Por qué lo dice? Llegué a las 8, como le informé.

Lo que me hartaba de hablar con mamá (no estoy diciendo que no me gustara interactúar con ella), era siempre tener que usar palabras decentes y cordiales, nunca hablarle de y siempre mantener un buen volumen como tono de voz.

¿Por qué simplemente no podía tutearla y ya? Todo sería más fácil y así tendría ese sentimiento de confianza porque, siendo sincero, hablarle como a los maestros me hacía pensar que ella era una autoridad (que en parte sí), pero nada más eso. No alguien en quien pudiera refugiar mis secretos y mis metas, decirle cómo me sentía y pedir consejos. Ese lugar se lo había ganado mi gemela. Ella siempre estaba disponible para mí aunque yo no lo estuviera para ella, y eso me hacía pensar en mucho.

Y aunque mamá no era tan estricta con Mabel, si le decía lo mucho que debía madurar.

Desde que mamá y papá nos recibieron en California, después de todos esos meses en Gravity Falls, ella decidió poner algunas reglas... pues según sus pensamientos, los pre-adolescentes que éramos ya no debían comportarse como niñitos, cosa que no creo que Mabel haya entendido. Y claro, papá la apoyaba en todo.

Mamá me miró seria.

—No, llegaste diez minutos tarde.

¿Qué?

—¡Mamá! ¿Es en serio? ¿Sólo por diez minutos me gano su mirada de desaprobación?

—No es de desaprobación, hijo —dijo relajando su semblante—. Pero debes tener valores, uno de ellos es puntualidad.

—¿Puntualidad en mi propia casa? No puede ser verdad.

—Sólo quiero que seas un muchachito ejemplar.

—Mamá, los maestros me consideran más que eso, sabe que me esfuerzo por mantener mi lugar, siempre trato de hacer todo bien y nunca hago cosas que sé que traerán consecuencias malas —respiré, aún recargado en la puerta principal—. ¿No puede simplemente dejar de pasarse con todo eso del hijo perfecto?

Creo que dí justo en el blanco, pues su mirada intensa se volvió apacible.

—No puedes ser perfecto, nadie puede. Sólo Dios, eso lo sabes. Y aún con eso, yo sólo intento que no te vayas por el mal camino, como tu madre no quiero que te pierdas y tomes ideas locas.

—Para nada, mamá. ¿Y sabe algo?

Ella me miró no muy segura, pero invitándome a seguir.

—Lo que yo intento es que usted llegue a llevarse conmigo como una madre normal —sus cejas se levantaron en sorpresa y confusión—. No me mal interprete, sólo digo que ya no quiero tratar así con usted. Quiero una relación madre e hijo como la de todos.

—¿Liberal?

Oh, santo cielo.

—¿Quieres que te deje ir a donde sea, sin límite de tiempo y que tu compañía pueda influenciarte de una manera mala? ¿Eso quieres, Dipper? ¿Hacerte como los del montón?

Conquistándote de Nuevo (Dipper y tú) #Libro2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora