One person against one thousand

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Sentada en la mesa del final de la clase, con su querida capucha tapando su rostro serio y triste, su cabeza apoyada en la mano y con la otra escribiendo en una hoja, cosas que no tenían que ver con la clase de cálculo. Las bolas de papel le llegaban desde cualquier parte del aula, los insultos en susurro le atravesaban los oídos, pero ella no mostraba ningún gesto, no dejaba de escribir, como si nada pasara a su alrededor.

El profesor no se daba cuenta de nada, la acción comenzaba cuando se daba la vuelta para hacer las operaciones en la pizarra. La furia de Christine se desató cuando el profesor le llamó a ella la atención por estar distraída haciendo otra cosa que no era matemáticas. Le arrancó el papel de las manos y lo tiró a la basura hecho una bola.

La clase termina y una de las chicas de la clase se acerca a la basura y recoge el papel. Ella no se metía con Christine, pero tampoco hacia algo para parar el abuso. Se sentó en su sitio y lo desplegó:

" Querido amigo imaginario, hoy lo han vuelto ha hacer mis compañeros de clase me han pegado a la entrada. Y no lo entiendo, no les hago nada, joder, solo dicen que soy una rara y una suicida. 

Yo amo la música, la escritura y el dibujo, y no me gusta mucho las discotecas y las fiestas ¿y qué?

Alguna vez intenté no quedarme sola en el recreo, pero la oscuridad me arrastraba junto a la soledad, por lo que no sé qué se siente cuando tienes el calor de tu gente y que te abracen para no hacerte sentir una perdedora.

Envidio a las personas normales que cada día salen con una decena de amigos, yo solamente salgo con dos: el silencio y mi sombra.

¿Cuándo acabará esto? ¿A caso se pondrá fin solo? ¿Que debo de hacer para no sentir más este frío? ¿Debería alejarme de este mundo? ¿O hacer que ellos se vayan de él? "

A la joven le dolía cada palabra que leía de esa nota, estaba llena de sufrimiento y soledad. ¿Qué podía hacer una sola persona contra toda la sociedad?

Solo en las taquillas abolladas por los golpes, dolor y mareo por los puñetazos y patadas, la vista nublada y la sangre en la ropa, las palabras simples y dolorosas en su mente rebotando haciendo cicatrices en ella. Gira la cabeza con delicadeza y de reojo ve la puerta abierta de la clase de Christine, allí ve a su hermosa musa en el rincón, con un corro de personas insultándola, con aviones de papel chocando contra su pequeño y frágil cuerpo. No aguantaba más, no podía mantenerse en pie, se dejó resbalar hasta llegar al suelo:

-Christine...-susurró con la poca voz que salía de su garganta.

Ella alza su cabeza y mira por debajo de su capucha a toda la gente de su alrededor, entre los hombros de sus rivales ve en el pasillo a Lowell en el suelo. Preocupada se levanta e intenta ir a ayudarle pero ese muro humano no le deja pasar, se dedican a agarrarla para que no salga y a empujarla, haciendo que pase por encima de su mesa y termine en el suelo.

A Lowell le dolía más cada golpe que veía que encajaba Christine que las heridas y hematomas que tenía sobre él. Quería dirigirse allí, pegar a todos y sacar a Christine de ese agujero pero su cuerpo no reaccionaba, sus piernas no tenían la fuerza suficiente como para caminar.

La joven que acababa de leer la nota, miró a su costado y vio aquel espectáculo. Aprovechando el respeto que tenían hacia ella, se abrió paso entre todos.

Death promisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora