A mistake that cost a lot

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Se agachó lentamente quitándose su característica capucha oscura para dejar ver su rostro de ira y su pelo de espinela sonrosada. Deslizó la cremallera por la hilera de dientes y empujó con sus manos para terminar de abrirla. Al otro lado del pasillo, Lowell hacía lo mismo, aunque él no quiso apartar la capucha de su  cabeza.

Christine metió sus manos en la mochila y sacó una TEC-9 y la cargó, guardó el resto de recargas en los bolsillos. Nadie le prestaba atención, la falta de interés por la joven era tan grande que no se daban cuenta de lo que estaba haciendo.

Al otro extremo, Lowell ya sujeta su carabina Hi-Point 995, bien cargada y preparada.

Miró a Christine antes de separarse para emprender la solución final. Seguidamente, apuntó a un objetivo para hacer estallar el escándalo y, sin previo aviso, apretó el gatillo. El disparo resonó por todo el pasillo. Uno de los chicos del grupo de matones, había caído al suelo, un hilo de sangre corría por su frente desde el agujero de bala hasta gotear por su barbilla. En ese instante, el pánico se desató en el lugar. Tras aquel primer tiro, el resto fueron muy fáciles para Lowell, mientras que ha Christine le temblaba el pulso. Respiró hondo y pensó en todo lo que le habían hecho, alzó el arma a la altura de su pecho, sus mangas se echaron atrás y dejaron ver las cicatrices que todos esos alumnos habían causado. Intentando en no pensar en nada, vio a una de las chicas creadoras de la página en las que la denostaban y humillaban. Supo que esa chica debía de ser su primera víctima, así que levantó un poco más el arma, apuntó entre sus dos preciosos ojos maquillados y le proporcionó una bala entre ellos.

Poco a poco fueron derribando a más y más gente, todos aquellos malnacidos que tanto daño les habían hecho.

Los muertos iban llenando los pasillos y aulas. La cafetería estaba hecha un auténtico desastre. Había sangre por todos lados, mesas y sillas volcadas, y por no hablar de los cuerpos mal colocados en el suelo. 

Sin embargo, a pesar de todo aquella masacre, habían muchos que continuaban con vida, una vida que no se merecían. Christine y Lowell recorrieron todo el instituto para acabar con ellos mientras ya se escuchaban las sirenas de policía de fondo.

Con un silencio absoluto, inspeccionaron la última planta. Al fin, Lowell y Christine vieron a un joven atemorizado que intentó salir huyendo. Lowell, sin pensárselo dos veces, levantó su carabina y disparó, pero como su objetivo estaba en movimiento falló. Y aquel fallo le costó mucho.

Dejó caer su arma al suelo, se escuchó un cuerpo caer al piso. Los que estaban escondidos, aprovecharon para correr y salir de aquel lugar.

Él se arrastró hacia el cuerpo y lo sujetó con sus fuertes brazos. Comenzó a llorar sin descanso:

-¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué ella? Todo esto es mi culpa, fue mi idea, yo la empujé a ello -se lamentaba mientras la balanceaba como si intentara dormirla- Yo no quería esto... no quería que esto acabara así, por eso quise hacer este masacre, para salvarte a ti la vida. Si todo esto no paraba... tú te la quitarías y no te quería perder, pero he sido yo quien te la a arrebatado... Lo siento, lo siento mucho, mi amor -continuaba entre sollozos.

Apartó con  temor el pelo de su rostro y vio que no había vuelta atrás. Ya la había perdido, no había forma de cambiar lo sucedido.

Se levantó con ella entre sus brazos y salió lentamente del instituto, donde le esperaban las patrullas de policía. Rápidamente, los médicos se la quitaron de los brazos, pero vieron que no había nada que hacer.

Lowell se dejó caer al suelo mientras lloraba. Los policías corrieron hacia él y lo esposaron:

-Matádme, ya no merezco vivir.



Death promisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora