A pesar de saber que Christine se enfadaría si no las encontraba, decidió guardarlas en una bolsa de tela para tirarlas muy lejos.
Ella comenzó a despertarse y vio lo que Lowell estaba haciendo:
-¡Lowell! ¡Para! -exclamó enfadada.
-¡Christine! -gritó asustado.
-Déjalas en su sitio, ya.
-No, no voy a permitir que te hagas daño.
-Déjalas, son mis únicas amigas.
-¿De verdad? ¿Tomas a las cuchillas como tus únicas amigas? Eso duele ¿sabes? ¿Y yo que soy? ¿No soy nada?
Christine le miró con furia y se levantó rápidamente. Cojeando se acercó a él para quitárselas, pero Lowell se levantó y fue retrocediendo con la mano en alto para que no las alcanzara. Christine se acercaba cada vez más a él, y ya estaba contra la pared, temiendo por que ella llegara a cogerlas. Levantó la mano, ya rozaba el saco, estaba pegada a Lowell. Él tomó la mano que tenía en alto y la bajó:
-Christine...
-¿Porqué haces esto? ¡Tú no me entiendes!
-Lo hago porque te quiero...-dijo dulcemente.
Ella se quedó paralizada, no sabía si retroceder o responderle.
Lowell agachó un poco su cabeza y aprovechando el estado de shock de Christine, la besó. Probando el dulce sabor a cereza de su brillo de cacao de labios, sintiendo su calor y notando cada acelerado palpito de su corazón.
Él apartó la cabeza y le miró sonriente, la mirada de la joven estaba perdida en la nada, no se lo esperaba.
Lowell se alejó de ella y salió por la puerta:
-Adiós mi musa.
Ella no reaccionaba hasta que escuchó cerrarse la puerta principal. Salió de sus pensamientos y se acercó a la ventana, viendo como Lowell se marchaba con el pequeño saco de tela. Se dio la vuelta y se dejó resbalar por la pared mientras tocaba su boca con los dedos, el rubor subía a sus mejillas y una sensación extraña le recorría todo el cuerpo.
A pesar de lo ocurrido aquella mañana, había sido el mejor día de toda su vida. No sabía si Christine le correspondía, pero el hecho de habérselo dicho y de haber probado sus labios le era suficiente.
Cuando ya estaba alejado de su casa, tiró el saco a un gran contenedor y se dirigió a su hogar. Saludó a sus padres con aire de extraña felicidad. Cuando iba a subir a su habitación se quedó parado ante lo que le dijo su madre.
-Espero que no haya sido con la joven de la que nos hablaste.
-¿Cómo? -preguntó enrarecido.
-Tu boca tiene brillo y un poco de pintalabios, de un cacao, eso significa que has dado un beso, y no me importa, pero espero que no haya sido con la chica de familia pobre.
-¿Y qué pasa y ha sido con ella? -dijo furioso.
-Hijo...-dijo suspirando- ¿Te has dejado caer en las manos de Pandora? Puede que sea hermosa, pero sus intenciones no son las que piensas -insistió su madre.
-Mama, déjame, he pasado mucho tiempo en soledad, sé cuidarme solo y sé lo que me conviene.
Seguidamente subió a su habitación.
-Ese joven es especial... no le dejes escapar -dijo una voz vieja.
Christine alzó su mirada y vio a su abuela en la puerta, encorvada y sujetándose en su bastón de madera pulida:
-Abuela... ¿qué haces aquí? No debes levantarte -dijo cogiéndola para llevarla a su habitación.
-Christine... escúchame... puede que la edad me haga delirar o tal vez los medicamentos que me recetan, pero aún puedo apreciar las cosas como son, puedo apreciar que yo moriré dentro de poco, que tú no te encuentras bien y que ese joven te quiere... nieta mía, hazle un favor a tu abuela, el último favor que te pedirá antes de irse, hazte un favor a ti... no le alejes de ti.
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Death promises
Novela JuvenilElla es una chica rara y apartada, él un chico extraño y marginado. "-No puedo aguantar más esta presión. -No hace falta que la aguantes. -Tengo ganas de acabar con todo -dijo entre lágrimas. -Pues acaba cuanto antes. "