07 | Enfrentar

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No sabía francamente qué hacer. Estaba ahí de pie, abriendo y cerrando la boca como un pez, porque no conseguía las palabras adecuadas para decirle a Joyce que se equivocaba y que no sonara como una mentira.

Por lo que Janelle se me adelantó.

—Te equivocas. Justin y yo no somos nada más que conocidos —le explicó con calma, pero no ayudó a Joyce a entrar en razón—. Tú debes ser Joyce, ¿verdad? Su prometida. Yo soy Janelle —le tiende su mano, y Joyce clava sus orbes azules en ella, mirándola con recelo. Janelle baja su mano y finge limpiar sus palmas con sus pantalones.

La cara de Joyce enrojeció con lo que parecía furia, una vena resaltando en su frente.

—Yo tengo muchos conocidos y no voy al café con ellos —dispara de vuelta Joyce, cambiando el peso de su cuerpo hacia su pie derecho.

—Oh, pues qué mal —responde la rubia pensativamente—. Nunca es mal momento para un café, sin importar la compañía.

—Bueno, pero ¿por qué me reclamas de todos modos? —Interrumpo, saliendo de una vez por todas de mi trance—. Tú me dejaste. No creo que quieras volver conmigo de todos modos. Janelle es sólo una amiga y así no lo fuera, ¿qué esperabas, que me quedara encerrado, aislado del mundo, por lo sucedido entre nosotros?

Ella me mira, largo y tendido. No estoy muy seguro de si lo que dije estaba del todo correcto. Ella me podía reclamar, joder, si me reclamaba era porque aún le importaba. Y yo la quería de vuelta. Pero no me pareció correcto que me formara un escándalo (porque en eso se estaba convirtiendo) después de lo sucedido. Ya no estábamos juntos. Y si yo tuve que aceptarlo, aunque era doloroso, ella también debía hacerlo.

—Bien —dice después de lo que pareció una eternidad. Se irguió, pareciendo un par de centímetros más alta, y respiró profundamente—. Sí, tienes razón. No tengo por qué reclamar. Al fin y al cabo, si yo quisiera verte aislado te hubiera metido en la cárcel, ¿cierto? Porque tenía todo el derecho de hacerlo.

Los presentes que aún no estaban viendo la pequeña escena, dejaron lo que estaban haciendo para prestar atención. Ahora me miraban con recelo. Sí, un criminal en su café más cercano, ¿por qué no ponen el anuncio en la puerta?

Lo que no pudo dejar de causarme un poco de gracia es que, por el modo en el que lo dijo y en el que su mirada viajo de mí a Janelle, supe que lo había dicho para que esta última se pusiera de su lado, y formara un escándalo también por estar con una mala persona sin saberlo.

Pero no fue así. Janelle no hizo más que quedarse allí de pie, viéndola con un poco de lástima, hasta que Joyce decidió que era mejor tener la última palabra y se fue, dejando un incómodo silencio en el aire.

—Hay que irnos —sugiere Janelle, y yo asiento en acuerdo.

Salimos del café. Aún siento las miradas de los presentes, quemando en mi espalda hasta que quedo fuera del alcance de sus ojos.

Aquello fue vergonzoso, aunque no hubiera sido atrapado haciendo nada malo, nunca quieres ser el centro de atención de manera negativa.

—No dejes que eso te afecte —me aconseja la rubia a mi lado, dándome una sonrisa ladeada—. Sí, te dijo unas cuantas cosas. Pero la chica todavía te quiere, si no, te hubiera ignorado, hubiera hecho su pedido y después se hubiese marchado. Pero no lo hizo, porque le importas.

—Es que esto lo complica todo, Janelle —suspiro, mientras cruzamos la calle. El viento golpeando su cabello dorado—. Cuando quiera acercarme e intentar mejorar las cosas, sacará esto a flote. Y ya no será un problema sino dos.

—Pero tú sabes que la segunda vez, no hiciste nada malo. Si ella no quiere confiar en ti, entonces capaz no sea la indicada —suelta y después mete sus labios dentro de su boca. ¿Alguien está arrepentida de lo que ha dicho? —. Y-Yo sé que no soy la apropiada...

—No, está bien. Tienes razón —le aseguro, y parece calmarla—. Si ella no confía en mí, pues no hay una base sólida para retomar nuestra relación. Ella tiene amigos, y nunca le he hecho una cosa como esta. Ni siquiera cuando hemos estado distanciados.

Mi mente va de vuelta a aquellas veces. Joyce, de hecho, suele ser del tipo que se refugia en sus amigos cuando las cosas van mal entre nosotros. Cuando estamos mal es cuando más la veo en alguna fiesta, en algún centro comercial, o en un parque charlando con amigos y amigas. No la culpo, eso puede ayudar a olvidar. A ignorar. Pero eso sólo le quita más el derecho de hacerme una escena por tomar un café con Janelle.

Nuestra charla se apaga a medida que seguimos caminando. El vecindario donde vive Janelle luce acogedor, con árboles aquí y allá, y jardines bien cuidados. Me hace recordar cuando viví en uno parecido con mis padres, cuando era un adolescente.

—Esa es mi casa —Janelle señala a una casa de dos plantas, azul claro y blanca.

Ella saca sus llaves y abre la puerta. Yo me quedo ahí de pie, titubeante sobre si entrar o no.

—Pero, ¿qué haces ahí parado? —Se ríe desde el interior de la casa—. ¡Pasa! Que no muerdo.

Aquello me hace reír ligeramente. Entro a la casa y ella me indica sentarme mientras busca el cartel en su garaje, entonces desaparece por uno de los pasillos de la casa. Esta es acogedora, luciendo incluso más bonita por fuera que por dentro. Tiene una decoración bastante moderna, con tonos color pastel siendo los predominantes. Y este sofá es más suave que mi cama, debo admitirlo.

Soy sacado de mis pensamientos sobre mi incómoda cama cuando ella vuelve, el cartel ocupando sus dos manos. Vaya que es grande, hecho de lona y escrito con letras grandes y negras "PERDÓNAME, DULZURA".

La cuestión es que yo nunca llamé a Joyce "dulzura". Temo que me hubiera abofeteado.

—¿Dulzura? —Río, mirando el cartel. Ella sigue mi mirada, y levanta las cejas.

Oh, sí. Bueno, qué te puedo decir, el mejor amigo de mi hermano fue el que lo ayudo. De todos modos, él hizo uno con "cariño" en vez de "dulzura" por si este no le convencía al final.

—Pues cariño será —río—. No es por ofender el cartel ni nada, pero temo que si le muestro a Joyce un cartel con dulzura en él, perderé todas las oportunidades de que vuelva conmigo —me encojo de hombros.

—¿Y eso por qué? —ladea la cabeza a la izquierda.

—Porque según así es lo que dicen los fuckboys. Lo que sea que eso signifique —frunzo el ceño ante el pensamiento.

Ella ríe, sus hombros sacudiéndose por lo que sea que le causó tanta gracia.

—Sí, definitivamente aún tienes mucho que aprender.

heart-mending → historia cortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora